Friday, November 30, 2007

Nubes y claros

A él le pareció que había sucedido de repente, pero aquellas nubes negras habían aparecido poco a poco, cubriendo el antiguamente rutilante azul del porvenir. Sintió miedo ante tanta oscuridad y la amenaza de lo que se venía encima. Por eso, antes que el primer trueno rompiese, se acercó a ella y dijo precipitadamente:
-¿Quieres casarte conmigo?
Ella, mirando al cielo, también temerosa ante tanto negro nubarrón de futuro, sonrió nerviosamente y respondió sin reflexionar:
-Claro.

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Sunday, November 25, 2007

Perder pelo

Mierda. Me estoy quedando calvo antes que mi padre. No comprendo cómo puede estar sucediendo semejante disparate y sinsentido. Me pregunto qué es lo que he hecho mal. Aunque más bien trato de investigar qué es lo que mi padre ha hecho bien y yo no, para que él conserve todo su pelo y yo lo vaya esparciendo por todas las almohadas, lavabos, duchas y dios mío quién sabe dónde más. Comencemos:

- Mi padre ha tenido un hijo (además de mí), y yo no.
- Mi padre hace croissants, y yo no.
- Mi padre utiliza la expresión "te han pillao con el carrito del helao", y yo no.
- Mi padre ha visto "Los Bingueros", y yo no.
- Mi padre ha leido "Fanny Hill", y yo no.
- Mi padre fue "okupa", y yo no (demonios, mis padres inventaron lo de ser "okupa", y contra eso no se puede competir. Algún día escribiré algo al respecto. Observen a mis padres en la foto, a la izquierda. Fíjense en el pelo de mi padre, pues lo conserva todo).
- Mi padre escuchaba Radio Luxemburgo, y yo no.
- Mi padre compraba vinilos de Georges Moustaki, y yo no.
- Mi padre conoció a Pedro Ruy Blas, y yo no.
- Mi padre utiliza un producto contra la caída del cabello, y yo no.

En estas diferencias debe de radicar el inquietante problema. Ya le he pedido que por favor comience a perder pelo, pero él, melena al viento, sacude su cabeza y responde que jamás. Mientras tanto, continúa dedicándose a elaborar todas sus actividades con las que, inexplicablemente, una vez sumadas, logra mantener su pelo aferrado obstinadamente a la cabeza, llenándome a mí de envidia, lo que me conduce por mi parte a afanarme a la desesperada en mis pequeñas cosas absurdas para tratar de sujetar todo lo que irremediablemente se va perdiendo, siempre en vano.

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Wednesday, November 21, 2007

Sin mí

¿Cuántas dosis de anzuelo necesito para acabar de comparar, de competir o de compilar? Odio tener tanta lucidez. La mayoría de la gente se conforma con una ceguera amable y calmada, no veo por qué mi sombra tiene que recalcarme todo tantas veces, por qué disfruto tanto reconociendo que esta lluvia es de vinagre. Me compro una camisa. Es la camisa que me gusta, pero en cuanto me la pongo, deja de ser mi camisa, es decir, se vuelve exclusivamente mi camisa, es decir, ya no es la camisa que me he comprado, es decir, una camisa me ha comprado a mí. Tarde o temprano la camisa me devolverá a la tienda, quedaré expuesto sin que nadie me compre y pronto me devolverán a la fábrica, y harán jabón conmigo. Lo normal sería... No lo sé, sinceramente. Lo normal los lunes sería comenzar querido diario, los martes contar el cuento del ciempiés con una pata de palo, los domingos confundirles con el truco del dedo de plástico. Pero para qué engañarnos, eso tendría de normal lo que tienen de dócil mis legañas. Un poco de tolerancia es la respuesta que me da el amiguito sensato que tanto sonríe, y me aproximo a ella, imitando mi propia sonrisa. Hagamos un ensayo general, dientessss..... dientesssss.... ¡Duele! Mi sonrisa termina siendo arco y flechas, pero no acaba de corresponderse con las ganas que tengo o en su defecto me provoquen de sonreir. Sin embargo, mi arco y flechas dentales se han congelado, agarrotado, y soy una especie de Jack Nicholson con dolor de barriga y un embudo en la cabeza. Necesito unas vacaciones, hacer un viaje a un lugar donde no haya nada, y no llevarme a mí mismo. Y una vez allí, espero no encontrarme.

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Saturday, November 17, 2007

El 2 de agosto.

Fue un 2 de agosto, de eso todo el mundo está seguro. La gente se atropellaba por las calles y llegaba a la plaza empujando y farfullando. Algunos pretendían ayudar, otros sacar tajada, otros ser testigos, cada uno con su peculiar visión de la vida. Aquello no pasó desapercibido para nadie, y desde entonces, el pueblo nunca ha vuelto a ser el mismo. Las primeras voces que se alzaron sugirieron que, dado que aquello había sido un milagro, la plaza fuese llamada desde entonces "Plaza del Milagro". Muchos se opusieron radicalmente, alegando que aquello de milagro nada, que en todo caso había sido un accidente, y si acaso la plaza podría llamarse "Plaza del Accidente", o bien "de la Eventualidad". Surgió una tercera corriente que argumentaba que no había ni milagro ni accidente, pues lo sucedido se trataba de una lógica consecuencia de los actos acaecidos anteriormente, y que de una vez por todas, deberían destapar una placa en la plaza con el título "Plaza del Determinismo". La discusión en la que el pueblo se enzarzó fue interminable. Se habló de culpar a los bomberos o a un perro, se propuso mandar un mensaje de agradecimiento al presidente de la república francesa, algunos plantearon la conveniencia de organizar en el acto una feria en la que se expusiesen todos los relojes y despertadores del pueblo, pues sin duda el paso del tiempo era un factor que había estado presente durante los hechos acontecidos desde el minuto uno hasta la fecha, y ése fue el razonamiento más irrefutable y el que menos repercusión tuvo aquel día.
Cuando llegó el momento de las conclusiones, no hubo ninguna. La discusión arrasó toda coherencia con un torbellino asolador de palabras contradictorias. Los que al principio se mostraban optimistas regresaban a casa sumidos en una deseperante negatividad, y los más indecisos acabaron por querer mantener su incondicional punto de vista a toda costa, y quemaron fotos del alcalde.
A día de hoy, los habitantes del pueblo no se dirigen la palabra, sólo ciertas miradas llenas de suspicacia en el rabillo del ojo. Si se les pregunta por lo sucedido el 2 de agosto, mantienen un silencio despectivo, lleno de calladas blasfemias, y les invade el recelo y la confusión, pero jamás dan una respuesta. La versión oficial dada por los organismos locales es que nadie recuerda qué sucedió aquel día, y desde mi modesto punto de vista, yo creo que es cierto.

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Wednesday, November 14, 2007

Autocensura



Me dejo deslumbrar por el fulgor de mi brillante imitación a la vida. Mi sonrisa está pactada y mi firma es garantía de ser buen felino.
Si me salgo de mi tiesto es para bromear sobre la retórica y las paradojas. Eso me lo permito.
Sólo respiro hacia mis adentros cada pequeña pulgada de autocensura para hacerme un sitio entre los inofensivos. Sólo expiro el eufemismo vital del gato encerrado.

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Sunday, November 11, 2007

El asunto de mis pies

Este secreto que les voy a contar a continuación les puede parecer
1- mentira
y 2- muy gracioso
pero les aseguro que no es ni una cosa ni la otra. Por muy estrafalario que pueda sonar, aseguro que es completamente cierto y que a estas alturas ya me tiene preocupado y no me hace ninguna gracia. El caso es que ayer desperté con los pies verdes. Así mismo. Las plantas de los pies completamente verdes. Vaya, qué curioso, se me habrán desteñido los calcetines... Quizás, pero no llevaba calcetines verdes, y después de comprobarlo, mis calcetines negros no desteñían en absoluto. Después de frotar con esponja, estropajo y piedra pómez, el verde de mis pies seguía intacto en su indelebilidad. Y aquí sigo, preguntándome qué demonios sucede, barajando multitud de posibilidades.
1- Son hongos (grrrr, qué asquito).
2- Efectivamente un calcetín negro ha dejado un color verde imborrable.
3- Me estoy transformando en:
- Hulk (esto tenía que ocurrir tarde o temprano, tanta rabia acumulada...).
- Niño-sapo (véase un relato anterior)
- Lagartija Nick.
- Tortuga Ninja (me pido Donatello).
- Marciano (de Marte Marte, no de un pueblo).
- Duende (malo y verde).
- Hincha incondicional del Racing de Ferrol que lleva los colores en la sangre.
- Aligátor (o cocodrilo, también me vale).
4- Se trata de clorofila generada por los propios pies, pues éstos también son plantas (jajaja).
5- Estoy verde de envidia y se manifiesta en los pies.
En fin, no se me ocurre nada más. Un amigo me dice que vaya al médico, pero sólo el hecho de presentarme allí y decir la frase: "Tengo los pies verdes" me produce tanta hilaridad y shock que casi prefiero escribir esto aquí mismo y esperar a que alguien me diagnostique algo.
Por cierto, también mis ojos son verdes, pero eso siempre ha sido así. Ahí va una canción sobre ojos verdes (sobre pies verdes no encontré ninguna).

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Thursday, November 08, 2007

Piloto automático

Buenas tardes, soy un maniquí,
un piloto automático,
el ego en funciones,
mientras un cierto yo hegemónico
se busca a sí mismo
entre trozos y señas de identidad.

Me hago cargo de las funciones vitales,
hablo poco, mantengo estable el bombeo
y la temperatura,
disuelvo sobresaltos
y fomento la compostura.

Si acaso escribo un poema
es sólo para recordarme mis tareas.

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Tuesday, November 06, 2007

El momento de gloria del niño-sapo.

A mí no me recordaréis, pero seguro que os acordáis de Gustavo, el niño-sapo. Tenía brazos, manos y dedos, tenía piernas y pies, como cualquiera de vosotros. Pero también era verde, tenía una larga lengua con la que atrapaba moscas, y como diríais vosotros, croaba. No hablaba nuestro idioma, sólo hablaba el dialecto de los niños-sapo del idioma batracio. Tampoco tenía nombre, pues lo de Gustavo fue un invento de la prensa, siempre tan original. Gustavo vivía tranquilo y anónimo en una charca, hasta que un día vio a Sara, una niña humana, y se enamoró. Este repentino enamoramiento no debería haber tenido mayor relevancia. Sara salió huyendo dejando a Gustavo solo y desamparado a la orilla de la charca, aunque su tristeza no duró mucho. Su piel deslizante le permitía recuperarse pronto de este tipo de daños, y podríamos decir que le resbalaban las decepciones de esta clase. Pronto estaba croando alegremente de nuevo, olvidando asuntos de amores humanos. Sin embargo, este asunto no pasó desapercibido. LLegó a oídos de los medios de comunicación, y pronto quisieron interesarse por el enamorado niño-sapo. Y es ahora cuando yo entro en esta historia.

Aunque soy de los pocos expertos en idioma batracio, y sobre todo en el dialecto de los niños-sapo, como comprenderéis, no es fácil ganarse la vida como traductor de dicha lengua. No es que haya mucha demanda, precisamente. Aquella era la primera vez que me llamaban para traducir a alguien. Gustavo hablaba despacio, con un dialecto cuidado y suave, pensaba bien todo lo que decía, y yo no tenía ningún problema para traducir sus palabras. Aparecimos en televisión en directo en horas de gran audiencia. Recuerdo bien la primera pregunta:
- Gustavo, ¿qué prefieres ser, niño o sapo?
Como siempre, Gustavo se tomó su tiempo para responder que tanto ser niño como ser sapo tenía sus ventajas, y que no renunciaría a ninguna de ellas. Respondió que estaba muy orgulloso de su condición de niño-sapo y que no le interesaba ser humano. Mi traducción se ajustó correctamente a sus palabras. Con la segunda pregunta, la prensa volvió a la carga:
- ¿No preferirías ser un niño humano para conseguir el amor de Sara?
Gustavo, muy tranquilo, respondió que la verdad era que Sara había sido un amor que hacía tiempo que se había marchado, y que ya no significaba nada para él. Que gracias a su piel de sapo había conseguido alejar todo tipo de rencores o nostalgias.
Y a decir verdad, eso fue el final de todo. La entrevista finalizó con un par de preguntas anodinas y todos nos dimos cuenta de que las respuestas de Gustavo no interesaban a nadie. ¿A quién podía interesar un niño-sapo feliz de ser niño-sapo, que no hablaba nuestro idioma, y al que el amor le duraba tan poco? El momento de gloria del niño-sapo había pasado para siempre. Ahora se le ve de nuevo en la charca, papando moscas como actividad principal. Como ha salido por la tele, es la admiración de las ranas, pero él las ignora. De vez en cuando, pasa una niña humana y Gustavo se enamora, brevemente. Y como esto ya a nadie le importa, yo sigo sin trabajo.

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