Monday, September 29, 2008

Ella no cree en la duración (y III)

El 100 % de los encuestados afirmó que jamás había oído hablar de ningún poeta llamado Heinrich Böll. Sin embargo, tras enseñarles su poema Colonia II, el 85 % declaró que lo conocían, o que les sonaba de algo, y hasta un 55% llegó a confesar que habían soñado con él. Era evidente, pues, que de alguna manera, el sueño de dicho poema se estaba propagando entre muchos de nosotros. El motivo era un auténtico misterio.
Fue Katarina la que realmente se obsesionó con el tema. Tras haber soñado con el poema varias noches, haberse despertado con los versos en su boca, y tras saber los resultados de mi encuesta, decidió que tenía que desentrañar las causas de esa extraña conexión. Para ello, decidió aplicarse duramente a analizar cada verso del poema, a estudiar exhaustivamente la obra completa de su autor y a desentrañar cada aspecto de su vida. Con todo ello, pensaba Katarina, encontraría las causas de la aparición de Colonia II en nuestras vidas, en nuestros sueños. Yo prometí ayudarle. De vez en cuando trataba de enzarzarme en la obra de Heinrich Böll y aportar alguna idea en el proyecto de Katarina. Finalmente, logré mi objetivo, que por supuesto no era otro que seducirla con mis malas artes y llevármela a la cama. Hicimos el amor durante horas, hasta la madrugada, hasta quedarnos dormidos de extenuación y acabar recitando en sueños y al unísono el poema de Heinrich Böll.
A la mañana siguiente, ni Katarina ni yo estábamos allí. De todos modos, ella no cree en la duración, tampoco.

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Ella no cree en la duración (II)

Hace algún tiempo que Emma se siente perdida, desesperada. Dice que Pedro, su marido, no la comprende, o que ella no lo comprende a él. Que Pedro se comporta de manera muy extraña, que no es el mismo de siempre.
-Habla en sueños. Cada noche dice cosas más raras -me contó ayer entre sollozos.
-¿Y qué dice? -le pregunté yo.
-Cosas incomprensibles. Habla sobre sangre de putas, y pelos de vírgenes. Yo creo que me engaña con otras.
No tardé en reconocer el mismo poema que yo mismo había soñado la noche anterior. Pedro lo había soñado también.
-¿Sabes qué ha estado leyendo Pedro últimamente? -traté de indagar.
-¿Pedro? Pero si no ha abierto un libro en su vida.
-Entonces, ¿no está familiarizado con la literatura alemana de posguerra?
-¿Qué?
-Nada, olvídalo.
Decidí no explicarle a Emma nada relacionado con mi sueño, o con el significado de las palabras de su marido. Por el contrario, lo que decidí hacer fue consolarla, seducirla con mis malas artes, llevármela a la cama y hacerle el amor hasta altas horas de la madrugada. Yo no desaprovecho un momento de debilidad.
Después de una noche que no olvidará, Emma se durmió. Más tarde, fue ella la que en sueños recitó el poema de Heinrich Böll.

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Sunday, September 28, 2008

Ella no cree en la duración

Esta noche soñé palabras. Fue un sueño ensordecedor, porque aquellas palabras retumbaban en mis oídos con la fuerza de un cañón. Sonaron con tanto estruendo que cuando desperté todavía se escuchaba su eco en mi memoria y en las paredes de mi cuarto. Rápidamente me apresuré a escribirlas, a ver qué era todo aquello.

"Ella no cree en la duración
y dura tanto
eterna eterna
santa santa
no quiere ser

sobre báculos desmoronados
cocina su sopita
material
de lágrimas
cenizas de los santos
sangre de puta
grasa burguesa
huesos molidos de canónigo

con pincel
de pelo de Vírgenes
pinta blasfemias
en los muros en ruinas
hondo hondo
bajo la catedral

le conjura
ella le ama
él a ella no
siempre siempre
pasa él ante ella"

¿Qué diantres era eso? ¿Por qué se aperecieron todas esas palabras en mi sueño? ¿Tenían algún sentido? Esas palabras sin duda no me pertenecían, y era muy extraño verlas ahora escritas por mi mano, como si alguien me las hubiese dictado.
Cuando esta tarde me he sentado frente al ordenador y se me ha ocurrido escribir la primera frase en el google, descubro para mi asombro, que todo eso es un poema de Heinrich Böll. Puedo prometer que jamás he leído nada de él, que lo conozco porque mi tío tiene un libro suyo en casa, pero aseguro que ni siquiera lo había hojeado. No encuentro ninguna explicación a este hecho, y me siento tan desorientado que tengo que confesar que he llegado a asustarme. ¿Por qué he soñado un poema de Heinrich Böll?

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Saturday, September 27, 2008

El indomable

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Friday, September 26, 2008

Cocorosie


Me encantan Cocorosie, lo cual probablemente me convierte en el freaky que se me acusa de ser muchas veces. Pero es que disfruto tanto de su look, como de sus extraños sonidos, como de esas voces peculiares, y es que derrochan creatividad y originalidad se mire por donde se mire. Cualquier canción de Cocorosie es única, extraña a su manera, me deja descolocado y con ganas de más. Me gustan tanto que mientras las escucho me hacen desear que Bjork no existiese y no tuviera por fuerza que comparar la voz, porque vaya, se parecen... Pero es que me gustan más Cocorosie que la islandesa. (Bjork también me gusta. A veces.)
Beautiful Boyz, con Antony and the Johnsons.

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Thursday, September 25, 2008

El silencio


Otra vez con Bergman a vueltas, será que no tengo remedio. El otro día vi El Silencio, otra peli suya de personajes enfermos, desesperados, sumidos en la incomunicación y el rencor. Nuevamente una película complicada, críptica, rayando el surrealismo. No hay películas que me den más miedo que las de este director sueco, a esto es a lo que yo llamo cine de terror. Tiemblo, porque las actrices parecen padecer de veras lo que les ocurre a los personajes que interpretan; me estremezco, porque la locura y la enfermedad irrumpen en la frágil esencia humana y la arrastran hasta reacciones trágicas e impredecibles; sufro, porque a ratos tengo la sensación de que Bergman no es que cuente grandes verdades sobre la condición humana, sino que llego a creer que él es el único que posee toda la verdad y cualquier otra cosa de la que me intenten convencer será mentira; y me tambaleo al borde de la empatía y la incomprensión, tratando de entender cómo funciona semejante reloj de precisión tan diferente a cualquier cronómetro visto antes, esforzándome por descifrar algo tan sencillo en apariencia pero tan complicado como un silencio, una ausencia, unos gritos de dolor, una mirada de angustia.

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Wednesday, September 17, 2008

El rey de los pingüinos

Y entonces hablé alto y claro:
-Esta corona es muy pequeña para mí. Si quieren nombrarme rey de los pingüinos tendrán que hacerme una corona más grande.
Mis palabras causaron estupor. La confusión se apoderó de todos, nadie sabía qué decir, se miraban los unos a los otros como buscando una solución, una explicación a lo que allí estaba ocurriendo. Finalmente, alguien dio a entender que se estudiaría la situación, y todos se retiraron.
Aquella corona era pequeña, sí. Estaba hecha de una compleja y extraña aleación de diferentes metales únicos y escasos. Estaba forjada con una dedicación y un detalle inusitados. Desde luego, no había tiempo, ni posibilidad de hacer otra. Algunos sugirieron fabricar otra corona más grande, esta vez de hielo, pero esta propuesta fue rechazada en seguida. Otros barajaron la posibilidad de tener un rey sin corona, pero ellos mismos retiraron la proposición, por ridícula. Entonces surgieron las primeras voces de protesta. En primer lugar, era indignante que pudiese rechazar aquella magnífica corona hecha con tanto trabajo y sacrificio, por muy rey que fuera. En segundo lugar, ¿cómo podía el rey de los pingüinos tener una cabeza tan grande? Ante tantas voces críticas, se convocó un gabinete de emergencia para debatir la situación y adoptar una solución de urgencia.
Decidí salir huyendo cuando se instauró la república popular pingüinera y me pareció discernir una guillotina entre los icebergs.

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Saturday, September 13, 2008

Truena mi corazón



Obviamente el mármol no es transparente, pero eso carece de importancia para mí. Ni las luces, ni la opacidad tienen ya sentido, el sentido de la vista ha trascendido cualquier otra consideración de espacio, tiempo o materia, ha anulado todos los demás sentidos, y ha desechado el concepto de ausencia o presencia. Muchos se preguntan cómo es esto: pues bien, nada especial, como tener un telescopio en la luna, fascinante al llegar, pero se convierte en rutina al primer ojo abierto, y créanme, imposible cerrarlo. Por lo demás, como siempre, sólo que mi corazón truena en lugar de latir.

Entonces pensé que había por lo menos llegado al punto en que la suma de mis errores me había dotado de cierta experiencia, que durante mucho tiempo había sido bastante estúpido, pero que ahora era mucho más sabio, que estaba ya de vuelta y no era el ingenuo e inocente niño de entonces. Pasaron los años, y volví a tener el mismo pensamiento, lo cual no me pareció nada bueno. Pero aún así, di un paso al frente, bajé el ala del sombrero para protegerme del sol que picaba como el acero y hacía humear la arena rojiza y llena de escorpiones. Quizás un último instante de arrepentimiento me hizo temblar levemente la rodilla, pero no había ya espacio para semejantes lujos. El reloj dictaba sentencia, la gente respiraba con sus ojos las últimas gotas de absurda esperanza que se resistían a diluirse en la fatalidad, los coches parecían llevar horas muertos, los grillos estaban desafinados en su requiem. Me detuve. Pensé que la vendedora de fruta hacía tiempo que llevaba el mismo vestido sucio y descosido, que el relojero no me había devuelto aquella pieza de plata que le había dejado para que me grabara el nombre de Marta, que Marta no estaba en ninguna parte, maldita. La máquina de fabricar pensamientos galopaba sin control, sin sentido, parecía querer saltar aquellas montañas que a lo lejos anunciaban la posibilidad de escape, de oxígeno. Mi mano se tensó y alguien contó hasta tres. Contar hasta tres es fácil, pensé, pero que alguien se ponga en mi lugar, con todo este silencio, con todo este polvo sobre mis ojos, sin Marta sujetándome los viejos guantes gastados que tiré definitivamente al suelo, con todo este líquido caliente bajando por mi brazo, por mi cara, entonces iban a comprender lo complicado que resulta un uno dos tres y un simple movimiento de un dedo.

Ahora veo a Marta, no dejo de verla, alejándose, alejándose con todos aquellos viejos errores que en realidad nunca dejé de cometer. Y truena mi corazón.

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Thursday, September 11, 2008

Parecidos irracionales



Qué vergüenza. Me entran ganas de meterme debajo del sofá y no volver a encender nunca más la televisión. Pongo el canal TCM clásico y veo un trozo de película de Stewart Granger y... anda, Eleanor Parker, qué guapa. Cuando compruebo de qué película se trata, descubro que soy un auténtico tarugo al ver que aquella hermosa actriz no era Eleanor Parker, sino Rhonda Fleming. Pero es que además soy reincidente y no hago más que confundir a actrices todo el rato. Pero no me digan que no es complicado. Ahora comparen a la Rhonda Fleming con Virginia Mayo. Es para volverse loco.













Y si ya se me parecían Virginia Mayo y Anne Baxter, comparen a esta última con Vera Miles.

¿Cuál de estas dos actrices es Lana Turner y cuál es Maureen O'Hara?


Y supongo que en realidad Teresa Wright y Margaret Sullavan no se parecen en nada.


¿Claudette Colbert o Jane Wyman?


¿Eran hermanas Jean Arthur e Irene Dunne?


¿Mirna Loy? ¿Joan Bennett? Who is who?

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Tuesday, September 09, 2008

Subrepticio

Parecía que hablábamos de cualquier otra cosa, pero en realidad discutíamos quién estaba más loco de los dos. Siempre nos pasa igual. Yo lo sé, y estoy seguro de que ella también lo sabe. Detrás de nuestros diálogos subyace otro bien distinto, escondido, mucho más relevante e intrincado. A veces, en el curso de la conversación, una palabra ajena nos delata, confirmando que en realidad distamos mucho de querer decir lo que decimos. Esto va más allá de la complicidad, no se trata de eso. Es prácticamente el choque de los dos únicos supervivientes de un arduo dialecto al que estamos condenados. Va también mucho más allá de la metáfora o de la alegoría, ni siquiera es un código secreto. Es simplemente el increíble error de todos los diccionarios del mundo, el paso cambiado de la doble articulación, la confabulación en guerra abierta de los significantes contra los significados. Es tan complicado que a veces me cuesta seguir el curso de mis razonamientos parapetados en frases completamente alienadas. También ella se pierde a veces, pero siempre sale del paso utilizando el adjetivo"subrepticio"; eso suele delatarla. Yo, en cambio, suelo tropezar y decir la hora para disimular el apuro.
El otro día, manteniendo una conversación ante un grupo de amigos, expuse mi opinión sobre cualquier cosa. Ella me lo rebatió todo, palabra por palabra. A día de hoy, ni ella ni yo estamos muy seguros de lo que quiso decir ninguno de los dos, aunque nuestros amigos encontraron la discusión la mar de coherente. Finalizó así:
- Al fin y al cabo, lo has dicho todo de un modo subrepticio -dijo ella, a lo cual yo repliqué:
- Huy, las once menos diez.
Quién sabe, quizás nos declarábamos nuestro amor, nuestro odio, nos revelábamos la fórmula de la felicidad o compartíamos una receta de cocina. Supongo que en el fondo lo que nosotros hacemos no es hablar; es "hablar".

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Monday, September 08, 2008

Diez mujeres

Qué cosas me pasan, me acabo de enamorar de diez mujeres a la vez, y no estoy loco. No mencionaré sus nombres, pero aquí están sus fotos.















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Friday, September 05, 2008

Alelo 334

Acabo de leer eso de que la culpa de la infidelidad masculina la tiene este bonito gen llamado "alelo 334". Pues bueno, eso lo explica todo. Según leía la noticia, con mi habitual escepticismo crónico del que algún día moriré, iba pensando que yo debo carecer por completo de este gen, pues jamás he sido ni seré infiel a nadie...
Y de pronto, zas, la caja de los recuerdos se abrió como un resorte liberando como un muelle con muñequito burlón y saltarín la memoria de un acontecimiento pasado y vergonzoso. Como estoy que echo la casa por la ventana, se lo contaré a todos ustedes.
Hace diez años, yo tenía una novia. Vivíamos en Londres y trabajábamos en el mismo hotel. Vivíamos por el momento en casas diferentes, compartiendo piso con otras personas. Hacía yo un turno de noche en el trabajo, mientras mi novia dormía plácidamente en su cama, cuando una compañera de piso se acercó a mí para distraerme de mis ocupaciones laborales y preguntarme con su cockney acento si me parecía bien que cuando terminase mi trabajo me fuera a su cama. Supongo que fue el alelo 334 el que inmediatamente respondió que sí. El resto de la noche, en lugar de trabajar, me la pasé escuchando un debate interno extraordinario acerca de los beneficios y perjuicios de esta aventurilla que se me avecinaba. En fin, que no debía, que no, que aquello estaba muy mal, que lo lamentaría, que menudo cabrón. En fin, el alelo 334 fue implacable conmigo. Terminada mi jornada, entré en casa, me di una ducha y sin pensarlo más entré en la habitación prohibida que se me abría aquella mañana. Pero aquella cama estaba vacía. En la cama de al lado estaba dormida otra compañera de piso, pero ni rastro de la cockney girl que me había hecho la propuesta. Confuso, tratando de aplacar la líbido y el gen en cuestión, me dirigí a mi cuarto, y allí, figúrenselo, en mi cama, estaba mi chica cockney con otro tipo, afortunadamente dormidos. Cuando el alelo 334 acabó por desaparecer por completo, até cabos. Lo que me había pedido en realidad mi "flat mate" era mi habitación para no molestar a su "room mate" en su noche loca con su ligue de turno. Total, que sí, que aquel día mi alelo y yo dormimos en cama de otra, solos y alelados.

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