Thursday, October 30, 2008

Vacunas

Algo iba mal. Aquel paracticante que me iba a inyectar la vacuna contra la gripe se frotaba las manos y me miraba de reojo. Noté que trataba de disimular sus malvadas risotadas e incluso juraría que rápidamente escondió una cruz gamada que llevaba bajo su bata blanca.

-Como le iba diciendo, señor de las SS, que me venía a vacunar contra la gripe, la escarlatina, los días de lluvia, las decepciones, el aburrimiento, la angustia vital, el pánico a abrir la boca, la estupidez, la ingenuidad y los atascos. No me ponga más de dos inyecciones, si puede ser.
-Claaaaaro, siéntese mientras afilo este cuchillo de carnicero con el que no sentirá nada. ¿Quiere también una castración?
-Puesss... ¿sería temporal o definitiva?
-Bueno, eso depende de si le vuelve a crecer o no.
-Ya. Bueno, dejémoslo para otro día. Solamente póngame las vacunas y deme unos azotes.
-Muy bien. Quítese ese disfraz y ábrame su alma que en seguida comenzamos. ¿Me enseña su carnet del partido?
-Creo que no lo he traído. Si sirve este tatuaje o estos lunares...
-Perfecto. Relájese. ¿Le pongo una mordaza...?

Según les cuento esto, creo que he cogido la gripe. Y la escarlatina. Tengo un terrible día de lluvia en lo más profundo de mi aburrimiento, pugnan la decepción y la angustia vital por hacerse con mi alma y alguien me ha contagiado su pánico a abrir la boca y su estupidez. Qué ingenuo soy. No sé si concluir que todo este atasco de monstruos de laboratorio se debe a la reacción de las vacunas o a que ese practicante carnicero de la gestapo no me ha inyectado nada. Quizás si hubiera optado por la castración...

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Monday, October 27, 2008

Cuarenta años no es nada



Durante esta década se cumple año tras año el 40 aniversario de cada disco de los Beatles. Así, mientras que el año pasado se celebró el del Sargent Pepper, este año toca el White Album. El disco blanco y doble de los Beatles es mi disco favorito. No es un disco innovador como el Rubber Soul, ni rompedor, como Revolver, ni conceptual, como el Sargent Pepper. Pero me gusta más que ninguno porque en él subyace toda una innovación, una ruptura y un concepto posiblemente no intencionados, pero latentes, debido al momento de su creación. Los Beatles estaban en su momento más álgido de su creatividad tras la elaboración de su obra más laureada, y al mismo tiempo estaban en el inicio de su declive como grupo. Cada uno de sus miembros venía con su ego hinchado y con ideas muy diferentes sobre qué querían hacer en este disco. El resultado es una explosión caótica, una variedad inconexa de canciones atropellándose las unas a las otras, una pugna de talentos en ebullición, apabullantes ejercicios de estilo, canciones incompletas y extrañas que telonean a piezas redondas y magistrales, George Harrison descubriéndose que hay vida detrás de sus dos guardianes y en definitiva, un megalómano disco al que me gusta definir como "un caos muy preciso", perfecto en su imperfección.

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Sunday, October 26, 2008

No pueden ser buenos los bastoncillos de algodón

No pueden ser buenos los bastoncillos de algodón para limpiarse los oídos. Dicen que no limpian del todo bien, que por el contrario, empujan la cera compactándola e introduciéndola hacia el fondo del oído, pudiendo provocar patologías auditivas. Coño, ¿y por qué los venden?
Yo sé que no pueden ser buenos, además, porque me han provocado adicción. No puedo pasar más de una semana sin usarlos. A veces los utilizo incluso cada tres días. Si no lo hago, comienzo a percibir una mezcla de picor y zumbido en los oídos, que se esparce paulatinamente a todo el cuerpo hasta alcanzar el sídrome de abstinencia generalizado.
Siempre empiezo por el derecho. El derecho me hace toser. Evidentemente, el bastoncillo no llega hasta la garganta (faltaría más), pero la sensación es la misma. Según alivio la necesidad de hurgar en el interior del oído, un picor se apodera de mi garganta provocándome la tos. Por eso tengo que sacar en seguida el bastoncillo del oído derecho. Pero, ¡ah, el oído izquierdo! Ahí podría estar hurgando todo el día, pues me produce un placer insospechado, como si me estuviese rascando por primera vez un picor que duraba miles de años. Nada me distrae, nada me detiene cuando introduzco el bastoncillo de algodón en el oído izquierdo, y pasan minutos, supongo que horas, mientras gozo un carrusel de plumas de algodón acariciando mi cuerpo desde mi oído hasta la punta de mis extremidades, y a su vez, destrozándome el sistema auditivo para siempre.

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Wednesday, October 22, 2008

El día de ayer

Ayer fue un día que nació predispuesto a enterrarse en el olvido. Me levanté a una hora indeterminada, desayuné cualquier cosa, y fui al trabajo. Saludé con cierta inercia a un conocido, me froté las manos contra el aire y di algunas clases, aunque no sabría decir si algún alumno sacó de ellas algo productivo. Volví a casa, apacigüé algún ansia y dije que no a cualquier argumento que no llegué a descifrar completamente. De nuevo me dejé caer por alguna clase, con el mismo resultado que las anteriores, arrastré mis pies por alguna calle que conducía a algún lugar habitual, alimenté un poco mi ego pequeñín a ver si crece y mientras me dormía llegué a pensar que si por algún malentendido entre la casualidad y el destino se repitiese alguno de los millones y millones de días que el futuro infinito nos depara, el día de ayer sería un perfecto candidato para ello. Pasaría tan desapercibido en la memoria que nadie se daría cuenta. De hecho, podría repetirse y repetirse hasta la saciedad y todo parecería de lo más normal, yo seguiría condenado a bailar al son de la misma rutina, lanzando las mismas palabras inaudibles al viento y ensordeciendo mis pasos bajo la misma lluvia. Quizás ya sea así. Tal vez el día de ayer no deja de salpicarse durante toda mi vida, envejeciéndome más de la cuenta, hasta que por fin, anciano irremediable que vuelve la vista atrás, identifique a todos los traidores ayeres que me han conducido a toda esta vida desperdiciada y llena de telarañas repetidas. Si al despertar mañana reconozco los lazos pegajosos de un nuevo ayer, prometo luchar para que mañana sea verdaderamente mañana, para poder burlar a la araña del tiempo, y mis pasos suenen, y mis ojos brillen, salten, no se congelen o derrumben.

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Sunday, October 19, 2008

Disimulando yolandas con giocondas

...ground control to major Tom...

...ground control to major Tom...

Ah, sí. Al parecer hace unos días escribí un nombre en este blog. Creo que Yolanda. Esto ha levantado cierto revuelo, y más de uno me ha preguntado que quién es esa Yolanda que me deja en ese estado de inarticulación verbal y estupidez tan impropia. Entonces a mí me da por disimular, qué quieren que haga, tratar de olvidar el trance y mi fracaso en aquella maldita encerrona. ¿Yolanda? Un puro personaje de ficción, tan ficticio como tú y yo, qué pensabas. ¿Yolanda? Sí, claro, Yolanda Castaño, a ésa me refería, poeta gallega, presentadora de televisión de Cifras e Letras. Tiene su aquél la niña, hasta me gustaron algunos poemas suyos, incluso me gustó más verla hace años en un recital de poesía en la facultad... A mi abuela no le gusta nada. Le llama "la Gioconda". Según dice, se le parece. Pero bueno, nada que ver, como ven.

Permitan que me siga yendo por las ramas y mantenga a perpetuidad este creativo disimulo. El viernes, tras ver que me había quedado sin entradas para Iván Ferreiro, me fui a la FNAC, y vean lo que son las cosas, me encontré un libro de una poeta que en verdad se llama Gioconda. Gioconda Belli. "Fuego soy, apartado y espada puesta lejos" es el título del fascinante libro que acabé por comprar. Dulcemente me mata Gioconda, contando mi vida con sus palabras... ejem. Su lenguaje simple habla del cuerpo, del paso del tiempo, de la soledad y de la creatividad con una precisión inusitada. Con su libro entre las manos me senté en un banco frente al puerto de Coruña, encontrándome a mí mismo entre los versos de la poeta nicaragüense, olvidando Yolandas reales o ficticias. Esta vez no había tartamudeos, ni bocas secas, las palabras brotaban ágiles y exactas desde las páginas hasta el aire de la noche a través de mis labios. Qué necesidad habría ya de disimular nada, me preguntaba, pero claro, qué otra cosa sé hacer yo. Miren, miren, floto de una manera muy peculiar...

Can you hear me major Tom?

Can you hear me major Tom?

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Saturday, October 18, 2008

something wrong

there's definitely
something wrong
with me

I promise myself
I'll let myself
know
as soon as I
know
what it is

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Wednesday, October 15, 2008

Malade ou Maladroit

Quizás no lo sepas. El sábado me levanté con migrañas. Me duraron todo el día, empeorando cada vez que me quedaba irremediablemente dormido y despertaba a los cinco minutos con estrepitosas detonaciones en la cabeza. Las migrañas se deben en teoría a cierto trastorno de los horarios, a dormir a horas inconvenientes, más de la cuenta, o menos, según se mire. Estos dolores de cabeza se pasan al cabo de varias horas tras tomarme un medicamento llamado Zomig.

Probablemente tampoco sabes, y por eso te lo cuento, que el domingo desperté con un fuerte catarro, sin apenas fuerzas para levantarme de cama, con un dolor de garganta seco que derivaba en una tos desagradable, aderezado con húmedos y verdescentes estornudos, mareos y cansancio. Este lamentable estado se debe a una exposición insensata a unos cambios de temperatura peculiares que se están produciendo entre el día y la noche que me conducen a soportar un incómodo calor a ciertas horas del día y a pelarme de frío en algunos momentos de la noche. Este malestar general se alivia con un caliente frenadol al limón de sabor más bien malo.

Y con toda seguridad tampoco sabes que desde hoy sufro unos dolores neurálgicos en la parte de atrás de la cabeza. Acuden cada quince segundos, como una aguja puntual y punzante, un dolor agudo e inoportuno en su constancia que amenaza con expandirse y ocupar más espacio craneal. Estoy convencido de que se deben a un estado de estrés o de ambigua ansiedad y nerviosismo producidos por las tonterías y sinsentidos que ocurren en mi puesto de trabajo últimamente. En cualquier caso, el dolor de estos pinchazos se ve paliado con una gragea de valeriana.

Pero lo que sin duda no sabes, y nunca sabrás porque yo no lo sabré decir, es que estoy verdaderamente enfermo en cada momento en que me faltas, que todo yo soy mi propio dolor en exclusividad, expandiéndome, patentándome, me gangreno ante tu ausencia, soy la anemia de mi destino. El remedio a todo esto está en admitir que no es cierto, que no soy más que un hipocondríaco, que en el fondo esto no es enfermedad, sino torpeza en expresarme... Pero esto, todo esto que trato de no decirte, es algo que tú no sabrás nunca, y por lo tanto, no habrá remedio.

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Monday, October 13, 2008

Goleada en el Bernabéu

Menudo discursito les solté el otro día. Me decían mis alumnos que si tenían que hablar conmigo en inglés no había ningún problema, pero que el día del examen, con un tribunal delante, con tres profesores, uno de ellos militar, se ofuscarían, se les trabaría la lengua, se quedrían sin saliva, les traicionarían los nervios, tendrían sudores fríos, se volverían tartamudos y harían cualquier cosa menos hablar en inglés.
-Ya estamos con el miedo escénico -repliqué yo. -Sois como esos equipos que van al Bernabéu y ya están perdidos antes de empezar el partido. Vaya, que vais cagados. Pues de eso nada, hay que ir con mentalidad ganadora, ante todo hay que ir a disfrutar, a demostrar que lo podemos hacer bien, que podemos dar una lección y demostrar que somos buenos. Que hay cien mil personas en el estadio, que hay un tribunal delante, no importa, nosotros somos los mejores y vamos a salir a demostrarlo. Que el Madrid es superior, que el tribunal sabe más inglés, pues es posible, pero nosotros vamos a darlo todo, nada de rendirse antes de empezar. Vamos a hacer lo que sabemos hacer.

Dos horas más tarde me quedé a solas con Yolanda. Me ofusqué, se me trabó la lengua, me quedé sin saliva, me traicionaron los nervios, tuve sudores fríos, me volví tartamudo e hice cualquier cosa menos decir algo coherente. Vaya ejemplo. Vaya goleada me habría llevado del Bernabéu.

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Sunday, October 12, 2008

Pedro


Fue exactamente hace diez años cuando lo descubrí con su primer disco. Desde entonces, él ha puesto la banda sonora entre mi post-adolescencia y lo que vino después, sea lo que sea. Me hizo llorar, me hizo sentir tanto sus canciones que tenía la espinita clavada de no haberlo visto en directo. Por fin, este miércoles me desplacé hasta Lugo para verlo.
Qué quieren que les diga, no puede ser de otra manera. Pedro Guerra me conmueve hasta la lágrima por su ternura, por su voz intensa, por sus letras sentidas. Presentó su nuevo disco, "Vidas", pero cantó también sus antiguas canciones que yo no me pude resistir a corear, desde "El marido de la peluquera", hasta esa joya que es "Deseo", pasando por su homenaje a Ángel González y la inevitable "Contamíname". Y "Corazón enfadado", de su disco nuevo, me dejó de una pieza.
Podrá ser blandito, excesivamente meloso, demasiado tierno, pero en él, todo eso me desarma. Una noche inolvidable en la plaza de Santa María, créanme que no habría sitio en el que prefiriese estar.

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Saturday, October 11, 2008

Explicación

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Wednesday, October 01, 2008

PolEsPol

A veces sufro unos momentos de clarividencia aterradora. Suele suceder cuando más sueño tengo, así según me levanto a las siete de la mañana, o cuando veo una peli de Antonioni. Esta misma mañana he tenido uno de esos momentos. No he necesitado siquiera abrir los ojos para ver clara una verdad absoluta: Paul McCartney es Paul McCartney. No crean que es una verdad de perogrullo, pues hay teorías para todos los gustos, que en cualquier caso, no voy a rebatir. Paul es Paul, y punto. De la misma manera, Elton John es Elton John, y hasta Phil Collins es Phil Collins.
Es decir, imaginemos que vamos a un concierto de Paul. Allí estamos, expectantes, sale al escenario con su guitarra y sus 66 años y... ¿qué canta? Pues canciones de Paul, cantará Maybe I'm Amazed, Live and Let Die, y las de los Beatles, cantará Hey Jude y We Can Work it Out, vamos, tendrá donde elegir.
En cambio, si vamos a un concierto de Elton John, por ejemplo digamos que en Las Vegas, pues entonces saldrá Elton John al escenario con sus 61 años, se sentará en su piano rojo y ¿qué cantará? Pues canciones de Elton John, caramba, Candle in the Wind, I'm Still Standing, Can You Feel the Love Tonight, Your Song y etcétera.
Estamos ahora en un concierto de Phil Collins. Aparece el tipo, 57 tacos a sus espaldas, se dispone a cantar... y canta... lo han adivinado, canciones de Phil Collins, como por ejemplo... bueno, ésas que ustedes ya saben... las de Phil Collins.
Y claro, visto así, se preguntarán que a dónde quiero ir a parar con todo esto. Pues que en un momento de clarividencia de éstos todo cobra tanto sentido, el mundo se ve tan claro y evidente, la vida tiene un significado tan comprensible a las siete de la mañana... Me pregunto por qué a lo largo del día se ha ido complicando tanto todo, empiezo a creer que Paul lleva muchos años muerto, que Elton John fue quien compuso las canciones de los Beatles en la sombra, que Phil Collins desayuna fideos chinos, que en fin, digámoslo ya, todos están muertos desde hace muchos años sin saberlo, que estos tipos sabían componer canciones, pero qué más sabían hacer, maldita sea, qué más hacen, qué más, que al menos finjan una nueva muerte, y se forren, y me dejen tranquilo a las siete de la mañana con tanta falsa verdad absoluta, que después voy por ahí creyéndome que lo sé todo y qué equivocado estoy. Al infierno con ellos.

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