Sencilla explicación del bizarro triángulo
Un martes con la tarde libre y un sol veraniego se me antojaba sencillamente improbable hacía unas semanas. Por eso, aunque ahora me pilla algo a contrapié, no soy tan estúpido como para desaprovecharlo. Se supone que mi hermano tiene examen de inglés mañana y que debo ayudarle, pero hasta las siete tiene otras ocupaciones, así que de momento...
...rescato la bolsa de playa, me pongo el bañador, las chanclas, cojo la toalla, el i-pod, el libro de cuentos de Benedetti y no cojo la crema solar porque es mayo y todavía no la he comprado. Busco mi territorio en la arena. El día soleado y caluroso invita, y la gente se hace sitio al lado de las rocas. Yo coloco mi toalla cerca de dos chicas brasileñas que me echan un nada disimulado vistazo, al que correspondo usando mi scanner para comprobar que las brasileñas son brasileñas brasileñas, del mismísimo BRAZIL, ya me entienden. Me hago el interesante con mi i-pod, quitándome la camiseta y luciendo los kilos que he perdido desde el año pasado a base de comer verduritas. A continuación, trato de impresionarlas sacando el libro de Benedetti, treta que fracasa miserablemente, aunque me va mejor con una fulgurante zambullida de cabeza en el mar. Por desgracia, se me olvidó dejar el i-pod sobre la toalla, y dudo acerca de la sumergibilidad de dicho aparato electrónico. Este desafortunado incidente me hace pensar que soy merecedor de una compensación y me prometo a mí mismo que la tendré.
Hacer un trío tiene la divertida particularidad de no poder tener el control de la situación ni un segundo. Requiere un nivel de concentración y coordinación imposible de alcanzar de ninguna manera. Todo es tan imprevisible y azaroso como el devenir de un cuerpo atrapado en un tornado. Se puede intuir el sendero de dos manos, pero es imposible cuando hay cuatro, y juraría que hasta cinco, y que dos lenguas suponen algo más del doble que sólo una. El trío es el factor sorpresa continuo, un agotador esfuerzo por abarcar torpemente, por ejecutar miles de laboriosas tareas a la vez. Uno puede dejarse mecer por las olas, pero imposible si hay tormenta, imposible sin dejarse ahogar. Y por supuesto, no hay dos sabores iguales, el caso es mezclarlos sabiamente en la boca y saborear una nueva chocante combinación.
A las siete llegó mi hermano. Le puse ejercicios de pasivas y estilos indirectos. Me preguntó por qué tenía la nariz chamuscada por el sol y el i-pod no me funcionaba. No sé qué le contesté, pero en cualquier caso, no es el tema de este post.
...rescato la bolsa de playa, me pongo el bañador, las chanclas, cojo la toalla, el i-pod, el libro de cuentos de Benedetti y no cojo la crema solar porque es mayo y todavía no la he comprado. Busco mi territorio en la arena. El día soleado y caluroso invita, y la gente se hace sitio al lado de las rocas. Yo coloco mi toalla cerca de dos chicas brasileñas que me echan un nada disimulado vistazo, al que correspondo usando mi scanner para comprobar que las brasileñas son brasileñas brasileñas, del mismísimo BRAZIL, ya me entienden. Me hago el interesante con mi i-pod, quitándome la camiseta y luciendo los kilos que he perdido desde el año pasado a base de comer verduritas. A continuación, trato de impresionarlas sacando el libro de Benedetti, treta que fracasa miserablemente, aunque me va mejor con una fulgurante zambullida de cabeza en el mar. Por desgracia, se me olvidó dejar el i-pod sobre la toalla, y dudo acerca de la sumergibilidad de dicho aparato electrónico. Este desafortunado incidente me hace pensar que soy merecedor de una compensación y me prometo a mí mismo que la tendré.
Hacer un trío tiene la divertida particularidad de no poder tener el control de la situación ni un segundo. Requiere un nivel de concentración y coordinación imposible de alcanzar de ninguna manera. Todo es tan imprevisible y azaroso como el devenir de un cuerpo atrapado en un tornado. Se puede intuir el sendero de dos manos, pero es imposible cuando hay cuatro, y juraría que hasta cinco, y que dos lenguas suponen algo más del doble que sólo una. El trío es el factor sorpresa continuo, un agotador esfuerzo por abarcar torpemente, por ejecutar miles de laboriosas tareas a la vez. Uno puede dejarse mecer por las olas, pero imposible si hay tormenta, imposible sin dejarse ahogar. Y por supuesto, no hay dos sabores iguales, el caso es mezclarlos sabiamente en la boca y saborear una nueva chocante combinación.
A las siete llegó mi hermano. Le puse ejercicios de pasivas y estilos indirectos. Me preguntó por qué tenía la nariz chamuscada por el sol y el i-pod no me funcionaba. No sé qué le contesté, pero en cualquier caso, no es el tema de este post.
Labels: mi otro yo, secretos de confesión, trucos