Sunday, March 22, 2009

Oporto

Reservé por internet tres noches en una pensión de Oporto y el jueves por la tarde cogí el coche y me puse allí en tres horas. Dejé el coche en el garaje de la pensión y allí se quedó. Lo primero que hice fue bajar una escalinata interminable que me dejó frente al puente Luis I, y crucé el río Duero, y lo volví a cruzar. Después fui a cenar, y pedí unas "tripas a la moda de Porto", que viene siendo como los callos de toda la vida, pero con habas en vez de garbanzos, y me bebí una botella de "vinho verde", que es un blanco espumoso, y me puse las botas con la comilona mientras mi camarero sufría viendo como el PSG eliminaba al Sporting de Braga de la copa de la UEFA. A la vuelta al hotel vi a un dálmata buscando comida en un contenedor de basura, y le eché la culpa de ello al vino que había bebido.
El sábado por la mañana decidí que no iba a hablar ni una sola palabra más de español. Me subí a la torre de los Clérigos, la más alta de Oporto y vi el paisaje, entré en la "catedral da Sé" y me fui a las bodegas a catar vinos. Allí me uní a unos americanos que iban de bodega en bodega probando todo tipo de Vinhos de Porto, me despedí de ellos y me fui a comer una "francesinha", que no sé muy bien qué es, pero que llevaba mucha salchicha y un huevo frito. De allí me monté en un barco que me dio una vuelta por el Duero, y conocí a Li, que pensé que era un japonés, pero que era una japonesa que hablaba muy mal inglés, por no decir portugués, y nos fuimos a cenar pulpo y a beber más vino, nos reímos mucho, sobre todo porque no nos entendíamos nada de lo que decíamos, aunque después sí que le entendí "coming to my hotel?". El hotel de Li debía costarle cada noche el triple de lo que yo me iba a gastar en todo el viaje, y en ese hotel-castillo-palacio pasé la noche, tratando de entenderme, esta vez sí, con aquella japonesa que según me vio el pene exclamó "Portugal!", lo cual demostraba claramente que no nos habíamos entendido en absoluto en toda la tarde, pero yo ya no estaba por corregirla, pues bien pensado, aquello tenía más la forma de Portugal que de otra cosa. Nunca me había liado con una japonesa; no sé cómo describirlo, pero cuando lo sepa no aseguro que lo haga.
Tras tanta caminata por la mañana, tanta comida y bebida por la tarde y tanto ajetreo por la noche, estaba destrozado. A las diez de la mañana, le dije adiós a Li. Ella entreabrió un ojo (o quizás lo abrió completamente, quién sabe), sonrió, estiró el brazo desde su cama en un gesto con el que me quiso decir adiós, o quédate, nunca lo sabré. Salí de la habitación y no la volví a ver.
Desde el hotel de Li, volví a las bodegas, con todo el cuerpo dolorido, y volví a catar vinhos brancos e vinhos tintos. Me senté en un bar, me dirigí al camarero en inglés, me salió un acento tan raro que le dije que era holandés, el camarero me dijo algunas frases en holandés (supongo), después me fui a comer un arroz con marisco y rizando el rizo lo pedí en portugués con acento inglés y seguí el consejo de un letrero que había en el restautante "evite a ressaca, mantenha-se bébado", y continué con el vino blanco. Eché una siesta, reservé una cena en un restaurante donde cantaban fados que me hicieron llorar, me puse las botas con la ternera y el vino tinto y cuando la cantante me preguntó cómo era posible que me emocionase tanto con el fado le respondí en un presunto portugués con acento estrafalario que venía de Finlandia y que mi abuela era portuguesa, y que los fados me recordaban a ella. Le compré un disco a la cantante, me dio un beso y regresé tambalenante y en shock a la pensión.
Hoy a la vuelta, he visto que me habían rayado el coche en el garaje de la pensión. He parado a comer en Guimaraes, donde por fin me he atrevido a pedir bacalao, y no, no me gusta, he entrado en el castillo y en el Palacio de los Duques, después he parado en Braga, he hecho fotos a todas las iglesias que hay en cada esquina, he ido hasta "O Santuario do Bom Jesus", donde he ido en procesión cantando "Viva Cristo Crucificado" y por fin he llegado a casa. Tengo agujetas por todo el cuerpo, ampollas en los pies, dolor de cabeza y algunos regalos para la familia en el maletero en el coche. No me puedo creer que mañana sea lunes y tenga que ir a trabajar.

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Sunday, March 15, 2009

La selección natural

Un pienso bajo en proteínas, apagados colores en las paredes de los gallineros, grabaciones constantes de cacareos monótonos y una iluminación dañina acabaron por dominar la voluntad de las gallinas. Nos habíamos propuesto abducirlas, y en apenas tres días, aquellas aves estaban subyugadas, vencidas a nuestros deseos, completamente rendidas. De todos modos, no era fácil conseguir demasiado de ellas. Las gallinas son animales estúpidos y no están acostumbradas a la realización de ninguna tarea, por lo que se nos hizo difícil sacar partido al control mental que sobre ellas ejercíamos. Así, cuando intentábamos que todas ellas desfilasen como un ordenado ejército gallináceo, observábamos para nuestra desesperación cómo perdían el paso una y otra vez, se salían de la fila o tropezaban las unas con las otras. Si les ordenábamos que estuviesen firmes y en silencio, no faltaba aquélla que, a pesar de los castigos que les infringíamos, desplegaba sus alas, o se le escapaba un inoportuno cacareo. Nada en nuestro lavado de cerebro había fallado, pues las gallinas estaban completamente dominadas; el problema era su incapacidad para seguir nuestras instrucciones. Sin embargo, pudimos apreciar que una gallina destacaba por encima de las demás. Este increíble ser comprendía y obedecía nuestras órdenes con una eficacia inusitada. Demostraba una habilidad superior a la del resto de sus compañeras, e incluso las reprendía, corregía sus errores, la veíamos desesperarse ante la incapacidad del resto del grupo, y se había erigirdo por derecho propio en nuestra mano derecha y líder del gallinero.
Entonces llegó la gran noche. Reunimos a todo el corral y con un elocuente discurso comisionamos a todos nuestros sometidos animales a realizar un suicidio colectivo a mayor gloria de nuestra sociedad. Todas las gallinas comprendieron a la perfección la importancia de nuestro mandato, y mostraron un gran entusiasmo en llevar a cabo este trascendental cometido.
No fue ninguna sorpresa lo que encontramos al día siguiente. El gallinero amaneció como cualquier otro día. Todas las gallinas seguían vivas, dispuestas a obedecer malamente nuestras órdenes. Posiblemente lo habían intentado durante toda la noche, pero nunguna había encontrado la manera de suicidarse. Y como no podía ser de otra forma, allí la vimos; el cuerpo muerto de nuestra gallina inteligente yacía en mitad del corral. No esperábamos menos de ella. Sólo ella había sido capaz de encontrar el modo de llevar a cabo nuestro mandato, como había hecho siempre. Su inteligencia superior le había permitido encontrar el modo, y lo había logrado, aún no sabemos cómo.
Fue un claro caso de selección natural inversa.

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