Servidora (que tú no te has ido)
Y tú me dirías, "vaya, qué silencio se ha hecho por aquí", pero en el fondo sabrías el porqué perfectamente. Claro, es que a mí esto no se me da bien, y estaba claro que el siguiente post no iba a ser otro que éste, y no me sale, y no me gusta hacerlo, y no me vas a escribir un comentario en él. Pero a pesar de todo, aquí estoy, dándole al teclado, escribiéndoTE, imaginándoTE en algún lugar desde donde puedes leer esto, y reirte o mandarme al cuerno.
Que no se me da bien no es una excusa y lo sabes porque hay demasiadas cosas que no se me dan bien, como ir dejando comentarios en los posts de otras personas, ni siquiera responder a los comentarios que otras personas dejan en los míos. Lo mío es la parábola, la parabólica y la lección falsa, así que todo esto me pilla a pie cambiado y a punto de negar las evidencias, una vez más. Pero la evidencia es esta vez más persistente y brutal que nunca, y me lleva a enredarme en este post que no hace más que atascarse en la garganta.
La última vez que te vi te despediste y dijiste "nos leemos". Te fuiste en un coche y yo me quedé bajo la lluvia con una extraña premonición de ésas a las que nunca hago caso. No sé por qué, pero la tuve. A continuación, todo se precipitó, todo se echó encima demasiado rápido, unos cuantos mails, unos cuantos sms, unos cuantos posts, y de repente... El Silencio.
Porque este blog no será igual. Faltará algo. Faltará mucho, porque tus comentarios lo mejoraban, porque mis incoherencias obtenían de repente otro matiz, porque me conducías a descubrir otros terrenos, porque me sorprendías con cualquier gracia inesperada.
Y claro, TU BLOG. Tu blog al que no dejaba de acudir cada noche aunque apenas dejase nunca comentario alguno (porque no se me da bien), y que ahora está tan lleno de merecidas flores.
Pues eso. Que como a mí lo que se me da bien es todo lo otro, si escribo este post, es por el absurdo motivo de que inconscientemente espero encontrar en cualquier momento un comentario tuyo en él, al igual que entro en tu blog cada día y estúpidamente espero leer un nuevo post tuyo, que tú no te has ido, Servidora. Qué sé yo, mis cosas...
Que no se me da bien no es una excusa y lo sabes porque hay demasiadas cosas que no se me dan bien, como ir dejando comentarios en los posts de otras personas, ni siquiera responder a los comentarios que otras personas dejan en los míos. Lo mío es la parábola, la parabólica y la lección falsa, así que todo esto me pilla a pie cambiado y a punto de negar las evidencias, una vez más. Pero la evidencia es esta vez más persistente y brutal que nunca, y me lleva a enredarme en este post que no hace más que atascarse en la garganta.
La última vez que te vi te despediste y dijiste "nos leemos". Te fuiste en un coche y yo me quedé bajo la lluvia con una extraña premonición de ésas a las que nunca hago caso. No sé por qué, pero la tuve. A continuación, todo se precipitó, todo se echó encima demasiado rápido, unos cuantos mails, unos cuantos sms, unos cuantos posts, y de repente... El Silencio.
Porque este blog no será igual. Faltará algo. Faltará mucho, porque tus comentarios lo mejoraban, porque mis incoherencias obtenían de repente otro matiz, porque me conducías a descubrir otros terrenos, porque me sorprendías con cualquier gracia inesperada.
Y claro, TU BLOG. Tu blog al que no dejaba de acudir cada noche aunque apenas dejase nunca comentario alguno (porque no se me da bien), y que ahora está tan lleno de merecidas flores.
Pues eso. Que como a mí lo que se me da bien es todo lo otro, si escribo este post, es por el absurdo motivo de que inconscientemente espero encontrar en cualquier momento un comentario tuyo en él, al igual que entro en tu blog cada día y estúpidamente espero leer un nuevo post tuyo, que tú no te has ido, Servidora. Qué sé yo, mis cosas...
Labels: palabras, pepedanterías, secretos de confesión