Distracciones
Hacerse el distraído puede ser un arma de doble filo. A veces es útil para justificar cualquier desidia, y suele venir bien para saltarse el brócoli, escaparse de una bienvenida o zamparse como quien no quiere la cosa todos los azucarillos.
Sin embargo, una distracción fingida puede acabar francamente mal si se monta en una inercia, pues al segundo siguiente, a lo tonto, han pasado cinco años, seis trenes, un enjambre, y la sensación de no haber comprendido el significado de la elipsis temporal. Y tal.
Sin embargo, una distracción fingida puede acabar francamente mal si se monta en una inercia, pues al segundo siguiente, a lo tonto, han pasado cinco años, seis trenes, un enjambre, y la sensación de no haber comprendido el significado de la elipsis temporal. Y tal.
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