Frivolidad y Solemnidad
Tiendes a frivolizar, me dijeron. Desde que soy consciente de esta tendencia, me dedico a frivolizarlo todo. Que me viene alguien con un problema, le doy un golpe de intrascendencia y lo vuelvo insustancial. Que la tierra tiembla, pongo mi sonrisa voluble y el terremoto es fútil. Nada se escapa a mi visión frívola y liviana. De ser un poco frívolo, he pasado a ser un "frivolizador". Y si la frivolidad no sirve, entonces me marco una "frivolité". La gente se escandaliza, y con toda su gravedad me llaman insensato, vacío, superficial. Pero yo ya soy perito en frivolidades, y sus palabras serias y sensatas resultan vulgares ante mis jocosas veleidades. Así he decidido encarar la vida, frivolizando todos sus mandobles, relativizando sus achaques, y enloqueciendo el protocolo.
Ahora espero a que venga la Solemne, con toda su ceremonia escrupulosa y sus cláusulas, que toda su imperturbabilidad y solvencia se verá confrontada con mi mofa. Su misión, como siempre, será mostrar lo trivial de la existencia, de la mía. ¿Habré de ser yo más solemne que ella para combatir a la Reina de la frivolidad?
Ahora espero a que venga la Solemne, con toda su ceremonia escrupulosa y sus cláusulas, que toda su imperturbabilidad y solvencia se verá confrontada con mi mofa. Su misión, como siempre, será mostrar lo trivial de la existencia, de la mía. ¿Habré de ser yo más solemne que ella para combatir a la Reina de la frivolidad?
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