Selene

Está bien, lo explicaré, por aclamación popular y para que no haya malentendidos, pero que no sirva de precedente: entre la luna y yo sólo hay una buena amistad y una sana competencia.
Aclaremos las cosas: es cierto que la luna llena tiene un extraño efecto en mí, pero ni me crece el pelo, ni las uñas, ni los colmillos, ni soy peligroso (no mucho, al menos). A estas alturas el principal daño que me causa la luna llena es que no puedo dormir durante dos o tres noches. Estoy un poco más inquieto que de costumbre a lo largo del día y a medida que se acerca la noche empiezo a tener una sensación parecida a la de haber tomado demasiada cafeína. La influencia es mucho mayor en los meses de verano, especialmente en agosto. Al no poder dormir, intento realizar otra actividad, lo cual no es fácil, pues mi estado de agitación a veces no me permite concentrarme demasiado en ello. Si estoy con alguien, esta persona puede ser testigo de mi estado de euforia, que me hace hablar sin parar y a veces en un impulso empezar a correr o saltar sin ningún sentido. A mis 19 años, esta influencia lunar estaba más acentuada, pero he de admitir que he aprendido a moderar mi comportamiento, y si estoy en casa ya no me subo por los muebles ni doy saltos encima de la cama.
Otras veces, por el contrario, la luna llena me paraliza. Esto me sucedió no hace mucho, durante una cena. Fui incapaz de seguir comiendo o bebiendo, o hablando con la gente que me rodeaba. Sentía la presión de los rayos lunares sobre mis hombros, oprimiendo mi capacidad de realizar las funciones básicas. Ante tal peso, decidí marcharme a casa, a no dormir.
Hay gente, mi padre entre ellos, que no cree en la influencia de la luna, y dice que si no puedo dormir es porque estoy autosugestionado. A esta gente, selenescépticos (¿por qué no aparece en el google ninguna web con esta palabra?), les invito a pasar una noche de luna llena conmigo.