Saturday, January 13, 2007

Luces y Sombras de Manhattan


Éramos demasiado jóvenes para entendernos unos a otros, para comprender dónde encaja el compañero y dónde no, para dejar de llevar a cabo cualquier idea que surgía sin tener siquiera nombre, siendo tan sólo un esbozo, una chispa, quizás loca, sin sentido, peligrosa, pero no importaba, de cabeza embistiendo y con los ojos bien cerrados que nuestra juventud lo permite todo compañeros, tan sólo cuando seamos viejos como ahora y todos nos conozcamos y todos lo conozcan a él porque es ya más grande que la vida, con más años, con más dinero, con más cosas olvidadas, entre ellas tú, y yo que lo quise tanto, sólo entonces entenderemos ahora entendemos el crimen el error tan grande llevarlo como hicieron sacando de casa al flaco pelirrojo con sus gafas nerviosas cayendo en el suelo, yo no quiero ir, ahora no puedo, tengo que cortar las uñas de los pies, pero no hubo clemencia, pues todos estábamos impacientes por saber como reaccionaba el refugiado de los libros en la noche las calles los bares de Manhattan, lo vas a pasar muy bien, ven con nosotros, y entró por fin como el camello en Groenlandia en el juego de las luces encendiéndose compulsivamente, apagándose con violencia, encendiéndose con violencia, apagándose compulsivamente, encendiéndose y apagándose violenta y compulsivamente, oh dios mío, qué mareo, empezaré a sangrar por los riñones si no salgo de aquí para leer algo de Wittgenstein, pero no era nada que el vodka y la lima no pudiesen solucionar, y tras ello un buen baile, mirad qué bien se mueve, quién lo iba a decir, y así toda la noche en lo que parecía una tortura nueva, cámbiale la vida a alguien, que disfrute, que lo pase bien, que se divierta, hasta que luego se pregunte qué es lo que fue de su vida anterior con la que siempre fue feliz, cómo puedo ser feliz ahora si esto es radicalmente distinto de todo a lo que yo hacía antes.
Comenzó a batir palmas nada más ver a María, tú tienes que ser la madre de mis hijos y de mis nietos, y se enamoró con tanta rapidez y decisión como nunca había hecho nada en su vida, yo escribo chistes para un programa de televisión, me inspiro en la filosofía de Schopenhauer, ella trabajaba en un zoológico, departamento de primates, lo que sin duda influyó en que se sintiese tan atraída por nuestro intelectual, pues bailaron agarradísimos toda la noche sin parar, solamente pararon cuando volvieron a poner la canción que sonaba cuando se conocieron, entonces no lo pudieron soportar más y fueron a los servicios del local a hacer el amor como nunca nadie lo había hecho en ese lugar, él tuvo que quitarse las gafas, ella tuvo que ponérselas, pelirrojo te quiero más que al chimpancé de la jaula doce, y desde aquella noche hacían el amor cada vez que escuchaban la canción, estuviesen donde estuviesen, lo que les costó que los echasen a patadas y medio desnudos de varios locales, aunque eso no les impedía acabar su acto desenfrenadamente en las calles de Manhattan, bajo la lluvia o la nieve, y bien pudieran caer meteoritos y el mismo cielo entero que nada les iba a impedir que se amasen bajo los acordes melódiocos de su canción, que es la canción más afrodisíaca del mundo, pelirrojo, la que nos unió y no permitirá que nada nos separe, y en cualquier lugar que la mágica canción sonase estaban las gentes atentas a la posibilidad de tener la suerte de ver a nuestra pareja de amantes, tanta fue la fama que adquirieron juntos con sus actos, pero no estaban juntos aquella noche en la que comenzó de repente sin que nadie se esperase ninguna canción, y mientras sonaba él gritaba dónde está María, por dios dónde está María, y en algún lugar María escuchando la canción gritaba por su pelirrojo, los dos como animales en celo desesperados buscándose por toda la ciudad, pero no estaban los astros ni los dioses de la lujuria dispuestos a que esa noche se encontrasen, y muchas noches más pasaron antes de que se encontraran de nuevo, tiempo sin ella, tiempo en el que a nuestro amigo le cambió el carácter y el humor, ya no escuchábamos sus chistes, sus palabras eran agrias, respondía de mal modo a nuestras invitaciones y deliraba de tal manera que nos aterraba cuando le hablábamos de María, espero que os muerda una manada de alacranes a todos, María no existe, fue una pesadilla que me hicisteis tener con esos brebajes que me dais, pero él no dejaba de beber su vodka con lima, emborrachándose una noche sí otra también y otra por supuesto que también, su hostilidad aumentaba cada vez que sonaba la canción de hacer el amor con María, la María de mi fantasía a quien amo tanto, que no es más que un personaje que creasteis digitalmente con un ordenador, vais a pagar por ello, farsantes, os arrancaré las pestañas a mordiscos, seguro que el mismo Kierkegaard lo aprobaría, y mientras tanto María también ciega de amor en algún lugar sin poder encontrarlo hasta que fue ya demasiado tarde para ellos, porque cuando se encontraron de nuevo ya había pasado de moda su canción, jamás volvieron a escucharla, jamás tuvieron esos momentos tan apasionados, jamás hicieron el amor otra vez con el éxito de tiempos anteriores en la barra de algún bar ante un atónito camarero, en las calles del Manhattan estrellado, en el asiento trasero de un coche, y por más que intentaron capturar otra canción que estuviese de moda, no fueron capaces de consumar ni un solo acto tan poderoso y lleno de energía y amor como los que tuvieron bajo el influjo de la mítica canción desencadenante de sus hazañas ya perdidas en el pasado, un pasado escondido tras tan sólo unas pocas noches, pero que ya parecía un pasado legendario, irrecuperable y portador de un amor perdido para siempre, que si bien ellos lucharon como bien sabemos que lucharon por mantenerlo y hacerlo florecer, éste se volvía cada vez más marchito, se debilitaba inexorablemente, perdiendo todo el color y todo el brillo que una vez tuvo y que tanta sensación causó, hasta que una definitiva y triste noche, pelirrojo no tiene más sentido que nos veamos que nos esforcemos de esta forma, fue realmente duro para cualquiera de los dos, las lágrimas no corrían por las mejillas sino que saltaban disparadas de los ojos como de una manguera, empapando todo lo que había alrededor, aguando las bebidas de todos, tienes razón, bien lo sé María del alma mía, esto no funciona, pero cuanto más hablaban de separarse más se juntaban, más fuerte se apretaban, y llorando y despidiéndose hicieron el amor como en los viejos tiempos encima de mi coche que me lo pusisteis perdido y hasta me lo abollasteis, así no os volváis a ver más, puercos, y así ocurrió, pues con esa despedida más y más lágrimas cayeron en las calles de Manhattan ya cubiertas de charcos lacrimales, y fue así que vimos aquel coche presidencial patinar con sus ruedas sobre la llorada carretera, deslizarse a toda velocidad sin control y estrellarse enérgicamente contra un edificio, muriendo todos los ocupantes, incluido el alcalde de Nueva York, que quién sabe qué hacía a esas horas por ahí, quizás fue a comprobar personalmente algo relacionado con un rumor acerca de exhibiciones pornográficas en vivo a ciertas horas de la noche en el barrio de Manhattan, rumores que quizás tuviesen sentido en algún tiempo, pero ya nunca más, porque las inundadas calles de la ciudad sin duda anunciaban el fin de un amor, a la vez que hicieron que el mejor coche de la ciudad se incrustase en uno de los más altos rascacielos, lo que llevó de pronto al pelirrojo del corazón roto a dejar caer su vodka con lima al suelo y a reaccionar como si despertase de un sueño, qué hago aquí perdiendo horas de lectura, bebiendo como una esponja, bailando y haciendo el amor al son de una música que no me gusta, matando alcaldes a causa de un amor loco, echó a correr y desapareció entre las luces y las sombras de Manhattan para no volver a aparecer jamás en nuestras vidas.
Cuando años más tarde apareció su primera película, algunos se dieron cuenta del error que habían cometido sacándolo de sus libros, pues eran evidentes los desastres que ocasionaría el que continuase alrededor del mundo del vodka con lima, algunos se alegraron de que aquella noche huyese rápidamente sin volver la vista hacia aquel coche destrozado en el medio de la ciudad, y después de mucho tiempo, veinte películas más tarde, todos celebramos no haber tenido éxito en introducir en nuestras noches de Manhattan al pelirrojo neurótico ya tan famoso en el mundo entero, comprendiendo que el mundo se había salvado de terribles desastres, de que África se llenase de tigres, de que las palomas atacasen a los niños, de que los alcaldes muriesen aplastados, y por supuesto de que sus películas no existiesen, esas películas tan verdaderas y tan falsas como esta historia, ganadora del Arenque de Plata al mejor relato escrito dentro de un baúl.

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