Soneto
lunes 29 enero:
Tengo cita para las cuatro. Y sin embargo son las cinco y todavía no me han llamado. De hecho ya son las cinco y media. No me importa esperar, incluso podría pasarme la tarde entera en esa fascinante sala de espera, pero es que tengo una clase y he de irme. Pido cita para otro día.
miércoles 31 enero:
Tengo una enfermedad sabática. Vamos, que me sucede sólo los sábados. Todas las mañanas de los sábados me levanto con un dolor de cabeza que se parece mucho a la guerra de los cien años. Es tan fuerte que apenas puedo levantarme de cama, me dan fuertes mareos, náuseas y vómitos. Los sábados duermo más que el resto de la semana, quizás sea eso. Además tengo una sensación que a ratos me parece certidumbre de que el amor de mi vida no existe. Estoy aquí por lo del dolor de cabeza, así que si usted me encuentra una solución para ello, yo intentaré gestionar lo del amor de mi vida.
¿Sólo los sábados? Eso es muy raro. ¿Usted bebe si sale un viernes?
Vaya, no me habría planteado en mi vida que todo esto pudiera ser una resaca. De todas maneras le confirmo que todo este problema que le vengo a consultar no se debe a las consecuencias de una noche de borrachera, más bien intuyo que a todo lo contrario.
Todo indica que padezco unas fuertes migrañas (palabra que siempre habría relacionado con el nombre de un animal). Unas pastillas para cuando me vuelva a suceder pero vamos a hacer unos análisis por si acaso. Voy a una ventanilla a pedir vez para los análisis. El día 12, me dice una señora, dándome un papel que lo confirma. Más tarde me doy cuenta de que el papel dice el 12 de marzo y me dirijo a la farmacia a comprar las pastillas. ¿TRES PASTILLAS 18 EUROS? Serán buenas, las condenadas.
sábado 3 febrero
No me queda más remedio que estrenar las pastillas que puedan detener este bombardeo. Es la primera guerra mundial esta vez, también conocida como la gran guerra, y esta vez, los cien años son de soledad, que me parece que me aguardan. Decido que es mejor vomitar primero, lo hago, y a continuación trago la pastilla. Parece que hace efecto, y los sonidos de las bombas quedan ya más lejanos.
sábado 17 febrero
Es el turno de la segunda guerra mundial, a duras penas encuentro la caja de pastillas, y blandiendo bandera blanca exijo la rendición de todos los contendientes. Basta.
sábado 3 marzo
Quizás deba madrugar también los sábados, porque esto es insoportable y no sé qué carajo de guerra toca ahora. Última pastilla de la caja. Nada más tragarla tengo que dirigirme a todo correr hacia el retrete y vomitar. Ahí van, seis euros por el váter, genial. El dolor de cabeza dura hasta la tarde, cuando decido ir a la farmacia a comprar más pastillas. Cuando llego allí descubro que he olvidado como se llaman. Creo que empiezan por Z. ¿Zelig? ¿Zigic? ¿Zatoichi? ¿Zaratustra? La farmacéutica tiene una intuición de mil demonios y medio lince y me pregunta si son para la cabeza o la guerra nuclear, y si su nombre es Zomig. Ésas. Las de 18 euros por tres pastillas.
lunes 12 marzo (aka día absurdo)
8:00 a.m. Como un reloj dispuesto a hacer los análisis. La enfermera se pasa veinte minutos llamando a personas de las cuales ninguna se llama como yo. Cuando acaba de llamar, soy el único en la sala de espera, y pregunta: "¿falta alguien?". Supongo que yo. ¿Estoy en el lugar correcto para hacer los análisis? Pues sí, pero tu nombre no está en la lista. Vete a preguntar en la ventanilla. Buenos días, tenía cita para hacer unos análisis pero mi nombre no está en la lista. A ver que consulto en el ordenador... aquí dice que tenías vez para el 12 de febrero. Pues en este papel dice el 12 de marzo. A ver... qué raro, ¿has cambiado la cita? No, yo no he cambiado nada, se habrán confundido. Pues es raro porque el papel dice una cosa y el ordenador otra. Ya lo veo, ya. Acompáñame que voy a preguntarle al coordinador a ver si te los puede hacer igual...
... mejor que vuelvas mañana, te doy cita para que hoy a las cuatro vayas al médico de cabecera y te de un volante y vienes mañana a las ocho.
4:00 p.m. ¿Han empezado a llamar a los de las cuatro? De hecho ni siquiera han empezado a llamar a los de las tres. Preveo problemas. Pronto me los confirman. Sale una enfermera ruborizada. Me temo que no va a venir ningún médico. Los que tengan urgencias que vayan por urgencias, los demás que pidan cita para mañana. Vuelvo a la ventanilla. Que tenía que hacer unos análisis mañana, pero no está el médico para darme el volante. No, usted tenía cita para hoy. Querrá decir para hace un mes. Es verdad, hace un mes. Pero ahora tengo que hacerlo mañana, ha habido un error... Pues me tiene que traer un volante. Pero es que el médico no está...
CONTINUARÁ
Labels: enfermedad, secretos de confesión
8 Comments:
Así tendrás más tiempo para hacer un intercambio sanguíneo con tu hermano y que los resultados del análisis no afecten a nuestra relación de hecho estomacal.
¿...relación de hecho estomacal? ¿lo cualo? :-/
Puessss... que lo explique él.
Pues viene siendo una relación muy visceral en la que disfrutamos al asistir, separada o conjuntamente, a comilonas diversas.
Cuando uno va a una comilona el otro también disfruta de la deglución (aunque no asista a la misma).
Pura telepatía estomacal.
Las orgías tienen lugar cuando vamos los dos a un restaurante de 'coma todo lo que pueda'
Vaya manera de salir del armario. Bueno, de la despensa en este caso.
Si es que nos da lo mismo carne, que pescado, que entrantes, que surtido de postres..... somos unos conscientes y orgullosos gulosos ñam ñam
Hmmm... era algo así ¿no?
- ¿Comes ostras?
- Cuando las tengo, amo.
- ¿Comes caracoles?
- No, amo.
- ¿Consideras moral comer ostras e inmoral comer caracoles?
- No, amo.
- Por supuesto que no. Es sólo cuestión de gusto, ¿no es así?
- Sí, amo.
- Y el gusto no es lo mismo que el apetito y por lo tanto no es una cuestión moral, ¿no es así?
- Podría razonarse de tal manera, amo.
- Mis gustos incluyen tanto los caracoles como las ostras.
:-) Muy bien traído, sí.
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