Mala leche
Si supiera rugir, rugiría. Raras veces tengo esas ganas de tronar, rabiar y liarme a mordiscos con los edificios, pero hoy ha sucedido. De camino al trabajo, tenía la sensación (¡la sensación no, la convicción!) de que trabajo demasiado y cobro demasiado poco. Pues sí que has tardado en darte cuenta, ¿eh?, me dice una compañera en la misma situación. El mal de muchos consuelo de bobos no me consuela nada, al contrario, a punto está el rugido de salir de mi pecho, o del intestino (no tengo claro de donde salen los rugidos, quizás por eso no logro rugir). Abro la boca para respirar hondo, y mis colmillos afilados brillantes y sedientos asustan a algún que otro alumno que pasaba por allí.
Tras la primera clase, me da la impresión de que ya no tengo ganas de rugir.
A segunda hora, creo que sonrío.
Después de tres clases incluso estoy de buen humor.
Cuatro clases después me sale un rugido de satisfacción de los que realmente sé cómo rugir, y todas las demás clases vuelven a fluir con buenas vibraciones y sin colmillos, como todos los días.
No entiendo por qué me tiene que gustar mi trabajo. Qué manera de estropear mi día de mala leche.
Tras la primera clase, me da la impresión de que ya no tengo ganas de rugir.
A segunda hora, creo que sonrío.
Después de tres clases incluso estoy de buen humor.
Cuatro clases después me sale un rugido de satisfacción de los que realmente sé cómo rugir, y todas las demás clases vuelven a fluir con buenas vibraciones y sin colmillos, como todos los días.
No entiendo por qué me tiene que gustar mi trabajo. Qué manera de estropear mi día de mala leche.
Labels: secretos de confesión
2 Comments:
A mí también me pasa...
A mí también... :-S
Post a Comment
<< Home