Tuesday, March 20, 2007

Viernes por la mañana

Pidió un café con leche y el periódico. Era viernes, día de estrenos en el cine. Antes de buscar la hoja de la cartelera, le vino a la memoria una escena de viernes pasados. Hacía demasiado tiempo ya de ello, más de diez años, pero lo recordaba bien.
Los viernes terminaba las clases un poco antes, y solía seguir una ruta que apenas variaba. Comenzaba en los cines Equitativa, en los que había seis salas y de vez en cuando podían sorprender con algún estreno menor, la película que pasa desapercibida pero que él no se perdería. No tardaba demasiado en llegar al Valle-Inclán, su sala favorita, y la más cómoda. Podían dar esa obra maestra que nadie iba a ver, la peli indie de la semana, la española que pasa desapercibida... Rara vez daban cine comercial allí. En cinco minutos se plantaba en la calle Rubine, donde estaba el cine Riazor (antes de arder, claro). Sólo una sala, y ahí ponían un estreno importante. Además tenían las carteleras de los cines Chaplin, que como estaban en la Ronda de Outeiro le quedaban bastante a desmano y no formaban parte de la ruta. A continuación se dirigía hacia la Plaza de Pontevedra, enfilaba por la calle de San Andrés y aparecían los cines Tom y Jerry, dos salas pequeñitas donde había un par de películas que aún aguantaban después de un par de meses en cartel. Dando la vuelta a la manzana, solía entrar en el CGAI, donde cogía la programación mensual. Podía haber ciclos de lo más dispares, desde uno dedicado a Dreyer a otro con la temática de "malas en el cine". A dos pasos, en la Avenida de la Marina, veía la cartelera del cine Avenida, otro de los grandes, donde había el otro gran estreno de la semana. Sólo tenía que cruzar la acera para ver el Teatro Colón, otro de sus favoritos. Era formidable ver allí las películas, con esa inmensa pantalla, pero valía la pena entrar tan sólo por ver el teatro en sí. Sólo le quedaban dos viejos cines, el Goya, y el París en la calle Real, cine diminuto y extraño, que recordaba a una iglesia en su interior. Una vez terminada esta ruta, decidía qué películas vería esa semana, y regresaba a casa.
Tragó un sorbo de café, sonrió para saludar al recuerdo de las mañanas de los viernes de la pasada década, y abrió La Voz de Galicia para ver qué películas daban en los dos centros comerciales, los dos únicos lugares de Coruña en los que ahora hay cines.

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2 Comments:

Blogger Viola de Lesseps said...

...y que bonita era nuestra vida con esos incomodos pero encantadores cines en los que todos tenemos miles de historias y sueños, en los que hemos llorado, reido y bailado y cantado y soñado, viajado lejos y caido cerca...

Ahora es más cómodo el asiento, la pantalla más grande y mejor el sonido, pero me gustaba lo cutre del París, del Equitativa y algún novio me metió mano en los soitarios Chaplín.

Besos por los recuerdos

Tuesday, 20 March, 2007  
Blogger servidora said...

No, no creo que los asientos sean más cómodos. Simplemente, vienen con el reposa-coca-colas.

Los centros comerciales han matado el cine y están haciendo que siga habiendo cines. Las odio.

Un día tengo que escribir mis recuerdos del Callao y de las pelis de Marisol. De lo mal que olía el ambientador del Cinema. De cómo te perdías cuando ibas al cuarto de baño en el Avenida. Del ruido que hacía el suelo del Capitol...

Y de que es verdad que el Rena fue un día un cine y no un esqueleto. Y de que el Madrid-Paris era de mal tono, lo que heredó el Azul.

Y de esos putos intereses comerciales que nos han jodido el cine, el cine de cuando era pequeña y entrar en el cine era entrar en un país mágico... sin necesidad de comer palomitas ni de estar sorbiendo bebidas gaseosas...

Ahora no es más cómodo el asiento ¡es más ergonómico! Hay que joderse...

Wednesday, 21 March, 2007  

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