Ningures
A eso de las siete de la tarde, algún alumno suele verme caminar apresuradamente calle Dolores abajo. Camino con tanta prisa que apenas sí tienen tiempo de saludarme. Yo hago un gesto con la cabeza a modo de saludo y me alejo sin ralentizar mi ritmo, concentrado en cada paso. Al día siguiente, la historia se repite, algún alumno me sonríe, pero al verme avanzar con tanta prisa, simplemente saluda y no se atreve a decirme una palabra más. La escena es un tópico durante toda la semana, viernes incluído, aunque el viernes la velocidad de mis pasos es si cabe mayor, y apenas hay tiempo para asimilar cualquier amago de saludo entre mis alumnos y yo. Se preguntan a dónde iré con tanta prisa. Qué puede esperarme en algún lugar para que no tenga ni un segundo para más que un veloz movimiento de cabeza. Para qué una prisa semejante. El sábado y domingo desaparezco, pero el lunes siguiente ya estoy de nuevo allí, apremiando mis pasos. Para qué, hacia dónde, si total al día siguiente, a la misma hora, estaré en el mismo lugar.
Labels: secretos de confesión
1 Comments:
Sí que es curioso, sí, que cuanto menos claro tenemos el punto de destino, más convencidos parece que nos dirigimos hacia él... hipocresía posicional, supongo :-)
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