Doppelgänger
Ya no sé si es un logro o un fracaso. Habitualmente al caminar, uno de mis pasos es firme y el siguiente tiende al precipicio, pero al menos distingo cuál es cuál. Sin embargo, a estas alturas, nada me resuelve la duda de si este descabellado empeño, no de que me quieran, sino de que me adoren, está llegando a buen puerto. Los trucos son y han sido miles, y supongo que no me queda otro remedio que resignarme al hecho de que se me aprecia más cuando no soy yo mismo el que se manifiesta.
Recuerdo un episodio de Doctor en Alaska en el que Chris, el locutor de radio, hacía de ventrilocuo. A los habitantes de Cicely les encantaba su muñeco, era ingenioso y daba respuestas a sus problemas. De ese modo, Chris comenzó a ser invitado a cenas a las que no solía ser invitado, pero sólo si a ellas llevaba su show. Cada vez que Chris trataba de ser él mismo, le pedían por favor que hablase por medio de su muñeco, pues era más ingenioso que él mismo. Chris comenzaba a sentir celos de su muñeco, y como suele ocurrirme, no recuerdo si al final se resignaba a aceptar esa realidad de su propio fracaso (o éxito), o acababa por terminar abandonando a su marioneta.
Así mismo, también yo, un poco celoso de lo bien que les va a ciertos otros yos, me debato en la duda de si resignarme a aceptarlos y que sigan adelante guiados por mi ventrilocua mano, o si me empeño más en que mi anodino caracter se imponga a ellos. Malditos otros yos.
Recuerdo un episodio de Doctor en Alaska en el que Chris, el locutor de radio, hacía de ventrilocuo. A los habitantes de Cicely les encantaba su muñeco, era ingenioso y daba respuestas a sus problemas. De ese modo, Chris comenzó a ser invitado a cenas a las que no solía ser invitado, pero sólo si a ellas llevaba su show. Cada vez que Chris trataba de ser él mismo, le pedían por favor que hablase por medio de su muñeco, pues era más ingenioso que él mismo. Chris comenzaba a sentir celos de su muñeco, y como suele ocurrirme, no recuerdo si al final se resignaba a aceptar esa realidad de su propio fracaso (o éxito), o acababa por terminar abandonando a su marioneta.
Así mismo, también yo, un poco celoso de lo bien que les va a ciertos otros yos, me debato en la duda de si resignarme a aceptarlos y que sigan adelante guiados por mi ventrilocua mano, o si me empeño más en que mi anodino caracter se imponga a ellos. Malditos otros yos.
Labels: mi otro yo, palabras
1 Comments:
Vaya, cuánta amargura denotan tus palabras... :-P
No te lo tomes así, piensa que en tus otros yos siempre queda algo de ti mismo. En vez de recelar de ellos, siéntete orgulloso de tus Doppelgängers.
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