Tuesday, August 03, 2010

Cosas que hacer en Amsterdam cuando crees que estás muerto

"The Bulldog" era el nombre del coffeeshop en el que entré. Pedí una coca-cola y un space cake, así como para desayunar. Me comí el pastelillo y después leí sus instrucciones de uso, ya saben, disparen primero y pregunten después. Decían las instrucciones que si no se han tenido experiencias previas con el space cake que se desaconseja su consumo. El establecimiento no se hace responsable de bla bla bla... Bueno, no será para tanto.
Salí del coffeeshop, visité la iglesia vieja del red light district, caminé hacia la plaza Dam, llegué a un mercadillo, paseé durante una hora diciéndome a mí mismo que esto del space cake era una tontería. Entonces, de golpe, solté una especie de estornudo. No, no era un estornudo, era una risa. En realidad no me estaba riendo, aunque era igual que la risa, sólo que con la misma convulsión e inevitabilidad que el estornudo. Traté de disimular, pero era incontenible. Saqué un libro de mi bolsa, para hacer creer a la gente que me rodeaba que me reía por algún motivo. Bueno, aquí están los efectos por fin.
Me senté en un banquillo, tratando de leer algo verdaderamente, pero comencé a notar que no era capaz de concentrarme. Volví sobre mis pasos, mientras sentía cómo un leve mareo se apoderaba de mí. Tomé la decisión de volver a la plaza Dam y hacia allí dirigí mis pasos. Fue la última decisión que tomé estando plena posesión de mis facultades.
El mareo cobraba una perspectiva mucho más amplia. Me senté un instante en las escaleras de la plaza, pero aquello sólo hizo empeorar la cosa. Me puse en pie en seguida y comencé a pensar que quizás ese pastel podía tener unas consecuencias no previstas. Quizás, de entrada, no sería mala idea comer algo, beber algo o ponerse a la sombra. Tres ideas bastante sensatas. Pero entonces surgió otra voz. Era una voz que sonaba mucho más seria y sensata que la anterior y que decía que no debía preocuparme, que nada ocurría. Esta sensación se pasará en seguida. Pero el mareo iba en aumento. Vete a la sombra, rápido, decía la voz número 1. Venga ya, sólo dices eso porque estás con el colocón, pero tranquilo, decía la voz número dos. Entonces surgió una tercera voz, que trataba de discernir cuál de las dos voces era la racional y cual hablaba en nombre del hachís, y a continuación apareció una cuarta voz bramando que quién demonios era esa tercera voz para poder juzgar, y así aparecieron voces y voces en modo metadiscursivo proclamando teorías que apenas recuerdo y que apenas sería capaz de comprender en estos momentos.
Mientras tanto, mis pies daban vueltas sin sentido. Mi percepción de la realidad que me rodeaba se difuminaba por momentos. Traté de dirigirme hacia un lugar en la sombra, pero ya apenas sabía dónde me encontraba. A veces creía que lograba identificar algo, la catedral, una tienda, pero todo volvía a desaparecer en una neblina extraña. Creo que llegué a entrar en unos grandes almacenes, pero apenas lo recuerdo. Sé que al rato volvía a estar bajo el sol, y que de alguna manera fui capaz de pedir un botellín de agua en un puesto ambulante. Bebía pequeños sorbos, me pasaba algo de agua por el cuello, y seguía a pleno sol. Volví a pensar en ir a la sombra, en comer algo, pero me di cuenta de que era absolutamente incapaz de hacer nada de eso. Me entró el pánico cuando de hecho comprobé que no era capaz de hacer absolutamente nada. Mi única solución era volver al hotel, fuera como fuera. Me vi en absoluto peligro, dando tumbos semi k.o. en Amsterdam, a punto de ser atropellado por las bicis, y sin saber hasta qué punto mi estado iba a ir en aumento. Pero ni siquiera era capaz de ver si encontraba un taxi. Tenía que pedir ayuda, como fuera, a quien fuera. O me moriría allí mismo.
Entonces vi un bici-taxi. Me acerqué al muchacho y le pregunté si me podía llevar al Sarphati Park Hotel. Me dijo que sí, que me cobraría 7 euros. Yo le di un billete de 20, y él me dijo que no tenía cambio, y yo le dije que daba igual, que se quedara con los 20 pero que me llevara por dios cagando leches. Según salimos me dijo que era español. En ese instante, mi grado de colocón era tan grande que pensé que todo aquello no era cierto. Era imposible que estuviera en un bici-taxi en Amsterdam, conducido por un español que me llevaba al hotel. De hecho, mientras le explicaba al ciclista mi situación y todo el rollo del space cake, llegué a pensar que en realidad ya me había muerto, y que toda esta parte sólo sucedía en una prolongación ficticia de una vida que ya se había terminado.
No sé cuánto le llevó al bici-taxi llegar al hotel. Sólo sé que ver aquella puerta fue como llegar a la puerta del cielo. Lo siguiente que recuerdo es que estaba en la ducha. Después bajé a recepción, le expliqué a la chica mi situación, me dijo que me metiera en cama, me dio unas chocolatinas, me dijo que no me preocupara, que ella también se había tomado alguna vez uno de esos pastelitos. Me hizo repetir muchas veces que no había tomado nada de alcohol (al parecer la mezcla del space cake y el alcohol es más que radical), y me dijo que me llevaría una coca-cola. Me acosté y mientras esperaba a que me subieran la coca-cola y preguntándome si no debería ir a un hospital, me quedé dormido. No llegaron a subirme una coca-cola, pero después de dormir me encontré mejor. Dos horas más tarde estaba más o menos bien, un poco colocado todavía, pero con un hambre feroz. Bajé a la calle y me tomé un perrito, una hamburguesa, una tarrina de fruta y dos coca-colas. Luego tuve el humor de volver a la plaza Dam y ver el terreno tan irreconocible por el que estuve deambulando como un zombie.

2 Comments:

Anonymous Anonymous said...

Caco, que te queremos de vuelta sano y salvo... Arriesga solo lo justo ;)

Bicos e apretas.

Cris (Castellon)

Tuesday, 03 August, 2010  
Anonymous Anonymous said...

No será que estabas reviviendo Las tres caras de Eva? A tí que tanto te gusta el cine... y esperabas que te dieran un oscar de colocón...

Thursday, 19 August, 2010  

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