Friday, September 11, 2009

Estamos perdiendo el norte.

Yo de hecho ya lo había perdido hacía tiempo, antes de las tormentas de agosto. Decidido a recuperarlo, rondé las esquinas más ajetreadas en busca de información, y los rumores me llevaron hacia una tienda donde, se decía, me podría hacer con un poco, eso sí pagando un precio elevado. Pero cuando llegué, vi que la tienda había cerrado hacía tiempo ya. En su lugar, un polvoriento edificio hacía funciones de casa del terror, con telarañas brillantes sobre las cornisas avejentadas.
Conduje unos doscientos kilómetros hacia los Grandes Magasines. Se decía que en los sótanos todavía existía un antiguo gremio de cabales que socorrían a los últimos conscientes de nuestra pérdida. Tenía una contraseña, un pasaporte falso y arrugado al que había pegado una foto vieja, de cuando llevaba patillas. Descendí por aquella escalera por la que correteaban unos cangrejos con pelos verdes en sus patas, no pudiendo evitar machacar alguno con mis zapatos. Su ruido era grimoso, y su sangre verde se pegaba al suelo, a mis suelas, y ascendía por los flecos de mi pantalón.
Supe de pronto que aquello era una trampa. Pero no pude reaccionar. Una cachiporra golpeó mi cabeza, y lo vi todo negro.
Tuve sueños extraños en los que el principio coincidía en espacio y tiempo con el final. Despertaba a ratos, y todo era mucho más irreal que el propio sueño. Hombres-cangrejo me despiojaban, me regaban con un líquido caliente desde una manguera potente, y martillos, martilleando, y clavos, clavando. Enfermera vestida con ropa transparente y tetas desubicadas, jeringuilla del tamaño de su codo, correas sujetándome brazos y piernas- aguijón en el culo, inmensa tristeza (no, tristeza no, desconsuelo) hombres-cangrejo con casco y gafas de sol se quitaron el bikini, se disponían a cortarme las uñas de los pies, "yo sólo quería comprar un poco de norte"- me dejaron solo dieciocho horas en la celda veinte minutos y seis segundos, luego prosiguieron lenguas batientes látigos ácidos coloradas y tenazas accidentadas mordían dedos de los pies, lóbulo de la oreja al rojo sangrante- "Nos limpiarás el culo a todos con la lengua" dijo la enfermera causándome la erección más dolorosa, descosidos los ojos bajo cejas frondosas y veneno escupiendo la nariz, más valía colaborar. Me detuve a respirar; el aire me esquivaba el aliento, oxígeno veloz huyendo por cañerías embarradas y rejillas agujeros negros de una feroz nada. Sangre cabalgando indomable buscando mis pupilas, inundando praderas de sementales hacinados que ven cómo se les cae el infierno encima. No aire, no boca, no muerte. Post-vida en cualquier caso, carne frágil corruptible tendencia a pudrirse entre humos trágicos y sarna, colecciones de enfermeras con lenguas de siete colas combatientes como ejércitos envenenados. Sueños de morfina, escarlatina y lepra me visitaron y me desearon buena suerte. "Yo-sólo-quería-un-poco-de-"
Cuando pude mirar hacia los lados, vi que a mi lado había diccionarios. Lotes y lotes de diccionarios a punto de caérseme encima y enterrarme. Trepé por encima de una columna de ellos, abrí una trampilla y escapé de los Grandes Magasines, llevándome conmigo un par de diccionarios de idiomas. Conduje unos trescientos kilómetros, escuchando en el silbido del viento soplos de una nueva estación para aprovisionarme. Un poco más.

4 Comments:

Blogger Cat Ballou said...

Se me acaba de ocurrir, ¿te gusta William s. Burroughs?

Monday, 14 September, 2009  
Blogger PepeDante said...

Puesss...no.
Bueno, sí.
¿Por qué?

Monday, 14 September, 2009  
Blogger Cat Ballou said...

No sé, creo que eso de los hombres-cangrejo me recordó a algo de Burroughs, pero no estoy segura. De todas formas, es un buen caos, pensé que te gustaría toda su locura.

Tuesday, 15 September, 2009  
Blogger PepeDante said...

A decir verdad lo que he leído de Burroughs lo he padecido y disfrutado a partes iguales. Todo ese delirio es fenomenal, y es un mago de las palabras sin duda, con una imaginación desbordante y una trasgresión que traspasa lo inimaginable.
Pero a veces se hace tan indescifrable, tan excesivo en su verborrea, tan autocomplaciente en sus ráfagas de distorisión gramatical que me entran unas ganas de coger un lápiz y empezar a poner puntos y comas... (Fuera de aquí negaré que he dicho esto).

Tuesday, 15 September, 2009  

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