Wednesday, September 02, 2009

París día 4

La única cola que me digné a hacer en París fue para entrar en el Palacio de Versalles. Cogí el tren, esperé unos 45 minutos de cola, pagué mi entrada, me llevé una guía en auriculares y di vueltas y más vueltas entre las habitaciones reales. La guía me explicaba cosas de un argumento que sólo comprendía a medias. De acuerdo con que allí vivió Luis XIV, pero la lista de personajes secundarios que formaron parte de aquel palacio se hacía excesiva, y me perdía constantemente. Da igual. Contemplé las sucesivas estancias, llenas de lámparas, camas más anchas que largas, espejos, cuadros y demás suntuosidades antiguas, cámara en mano y abriéndome paso entre la multitud de turistas que empezaban a abarrotar Versalles.

(ahí estoy, haciendo una foto a un reloj muy viejo mientras que con los auriculares trato de averiguar si la Delfina era hija de Luis XIV o si Luis XV era el padre de Luis XVI y quién de todos ellos era el Delfín y por qué le llamaban así... bueno, qué lío).

Cuando me cansé de dar vueltas, pagué otra nueva entrada para ver los jardines (me niego a calcular cuánto dinero gasté en París, no quiero saberlo). Los jardines son un laberinto y a la vez un paraíso. Senderos y senderos que se bifurcan, se vuelven a juntar y desembocan en fuentes, y más fuentes, llenas de estatuas de dioses del olimpo, inmensos estanques con canoas, y extensiones inmensas de campo en los que la gente se sienta a descansar. Era otro día de sol abrasador, y la gente buscaba alguna sombra en la que refugiarse. A las tres y media de la tarde, el calor ya era insoportable. Las fuentes comenzaron a funcionar a un tiempo, y tras el espectáculo del agua, decidí regresar a París.
Después de un descanso en el hotel, tomé el metro hacia Montmartre, subí hasta el Sacré Coeur y entré en la catedral. Allí había un ambiente impresionante. Músicos en las escaleras de la iglesia, equilibristas, malabaristas, vendedores de pulseras... Se hacía de noche, y caminé hacia Pigalle, para encontrarme con el Moulin Rouge. En el camino, por supuesto, todos los sex-shops y espectáculos eróticos del mundo y alguien siempre llamándome para que entrase. Monsieur, venez avec moi, monsieur! Por lo visto soy una presa fácil (¿se habría corrido ya algún rumor?). Sorteando todas estas tentaciones, regresé al metro que me llevaría hasta el hotel. Pies cansados, piernas doloridas, llevaba 10 días sin parar de caminar. Desde ahora el metro sería mi solución final.

3 Comments:

Blogger pasaxeira said...

monsieur, noto en falta la perspectiva bajo el sombrero...ayer aún se respiraba bajo él ;)

au revoir!

Wednesday, 02 September, 2009  
Blogger pasaxeira said...

y por no quedarmelo pa mí sola...la "word verification":

pariest

Wednesday, 02 September, 2009  
Blogger PepeDante said...

Ah, si es que hay cosas que sólo suceden una vez en la vida, y seguro que el sombrero ya habría perdido sus propiedades mágicas la segunda vez. Y así, por más veces que lo intentes, jamás volverá a salir "pariest" en la word verification. :-)

Thursday, 03 September, 2009  

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