Friday, August 28, 2009

París día 2

Nunca he sido un gran planificador, en ningún aspecto de la vida, aunque a decir verdad, improviso bastante bien. Tampoco sé interpretar los mapas, y no soy un gran fotógrafo. Sin embargo, el plan era salir temprano hacia el Jardín de Luxemburgo, con mi mapa y mi cámara. El mapa, aunque no esencial para viajar pues perderse forma parte de la aventura, siempre ahorra cierto tiempo para poder dedicarse a todo lo que se quiere hacer. Y la cámara ayuda a disimular los huecos que mi memoria se empeña en inventarse con el paso del tiempo.
El Jardín de Luxemburgo estaba prácticamente vacío a esas horas de la mañana. Sólo algunos animosos se levantaban para ir a hacer deporte por allí. Tras varias vueltas y varias fotos me llevé la sorpresa de ver a alguien conocido. La estatua de la libertad estaba allí, sola, aburrida, me pareció que se había perdido incluso. Lo bueno de no planificar las cosas es que siempre puedes recibir sorpresas de este tipo. Pues bien, junto con Nueva York y Las Vegas ya es la tercera ciudad en la que veo la estatua de la libertad.
Tras una hora paseando por los jardines, me dirigí hacia el barrio latino(creo que no necesariamente por el camino más corto) y me encontré el Panteón, y luego el museo de la Edad Media, en el que pagué la entrada para ver cosas muy antiguas. Tras esto, y después de varias vueltas absurdas que no fui capaz de desenmarañar con la ayuda del mapa, llegué a Notre Dame, al mercado de las flores, y de allí al barrio latino, en el que descubrí que ya había estado el día anterior. Así pues, improvisé mis pasos por el boulevard de Saint Germain, donde se apilaban los puestos de un mercadillo que desenvocaba en la catedral de Saint Germain de Près.
Mis piernas comenzaron a quejarse entrada la tarde, pero la opinión de mis piernas tiende a ser obviada en los viajes. Así, después de comer me dirigí hacia el barrio de Le Marais, y me senté unos minutos en el césped de la Place des Vosgues, para reunir fuerzas. Después de contemplar varias galerías de arte en la Plaza des Vosgues y de ponerles precio a todos los cuadros (algunas galerías acababan debiéndome dinero), me dirigí a la plaza de la Bastilla, en la que ya no hay cárcel. A la vuelta encontré el barrio judío (en realidad no es más que una calle, eso sí llena de judíos, de pastelerías judías y de tiendas judías) y el museo Picasso, y ya por fin saliendo del barrio de Le Marais, entré en el de Les Halles, donde no hay más que toparse con el museo Georges Pompidou para pensar por dios, qué horror, qué cosa más horriblemente hermosa, ¿por qué la habrán hecho?

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