El Asunto del Pelo
Me ha crecido el pelo exageradamente. Sucedió ayer noche, en un descuido. Aparté el ojo del espejo un instante, y cuando me di cuenta, mi pelo era una melena intolerable. Como comprenderán, debido a esto me he ganado varios enemigos, y hay ciertas zonas de la ciudad que debo evitar. He entrado en serio conflicto con las fotocopiadoras, los buzones de correos y los gatos.
Las fotocopiadoras son impredecibles. Se presentan de improviso, en medio de un parque, o a la vuelta de la esquina, y en cuanto pueden, fotocopian mi pelo. Atrapan mis cabellos con una velocidad increíble y hacen cuantas fotocopias pueden mientras no logro desengancharme. Después, llenan la plaza, las calles, los portales de las casas de copias de mi melena, provocando protestas de asociaciones de vecinos y concejales, que tienden a echarme la culpa a mí.
Los buzones de correos no son tan peligrosos en tanto y cuanto pueda evitarlos. Ellos están en su lugar, sin moverse, y si yo no me acerco, nada sucede. Pero si voy caminando distraído, y por casualidad me aproximo a uno de ellos, abren su bocaza y con una succión de aspiradora, logran atraer mi cuero cabelludo y absorberme dentro de ellos, para acabar siendo sellado por algún cartero sin escrúpulos que finge no darse cuenta de lo sucedido. Es una manera de viajar, sí, pero nunca se sabe donde puedo ir a parar. La última vez que fui tragado por un buzón que succionó mi pelo, terminé en una tienda de fotocopiadoras, con todo lo que eso supuso.
Mi tercer enemigo, ahora que luzco esta imprevista melena, son los gatos. No sé por qué razón, los felinos deciden que mis cabellos son un buen lugar para refugiarse. En cuanto me descuido, tengo un par de ellos viviendo en mi cabeza. Y deshacerse de ellos no es nada sencillo, se enojan, se erizan, refunfuñan, usan sus uñas si intento echarlos. Casi me he acostumbrado a llevar siempre un par de gatos encima. De vez en cuando, alguien me dice:
-¡Oye, hippie, que llevas un gato en el pelo!
-No te preocupes- contesto yo acercándome a un buzón. -Ahora me deshago de él.
Las fotocopiadoras son impredecibles. Se presentan de improviso, en medio de un parque, o a la vuelta de la esquina, y en cuanto pueden, fotocopian mi pelo. Atrapan mis cabellos con una velocidad increíble y hacen cuantas fotocopias pueden mientras no logro desengancharme. Después, llenan la plaza, las calles, los portales de las casas de copias de mi melena, provocando protestas de asociaciones de vecinos y concejales, que tienden a echarme la culpa a mí.
Los buzones de correos no son tan peligrosos en tanto y cuanto pueda evitarlos. Ellos están en su lugar, sin moverse, y si yo no me acerco, nada sucede. Pero si voy caminando distraído, y por casualidad me aproximo a uno de ellos, abren su bocaza y con una succión de aspiradora, logran atraer mi cuero cabelludo y absorberme dentro de ellos, para acabar siendo sellado por algún cartero sin escrúpulos que finge no darse cuenta de lo sucedido. Es una manera de viajar, sí, pero nunca se sabe donde puedo ir a parar. La última vez que fui tragado por un buzón que succionó mi pelo, terminé en una tienda de fotocopiadoras, con todo lo que eso supuso.
Mi tercer enemigo, ahora que luzco esta imprevista melena, son los gatos. No sé por qué razón, los felinos deciden que mis cabellos son un buen lugar para refugiarse. En cuanto me descuido, tengo un par de ellos viviendo en mi cabeza. Y deshacerse de ellos no es nada sencillo, se enojan, se erizan, refunfuñan, usan sus uñas si intento echarlos. Casi me he acostumbrado a llevar siempre un par de gatos encima. De vez en cuando, alguien me dice:
-¡Oye, hippie, que llevas un gato en el pelo!
-No te preocupes- contesto yo acercándome a un buzón. -Ahora me deshago de él.
Labels: trucos
2 Comments:
...lo malo es si del buzón sales a una tienda de fotocopiadoras y, además de fotocopiarte el pelo, te fotocopia el gato ¿no? :-(
:-)
Ningún gato es tan incauto para dejarse fotocopiar. Saben muy bien que por cada fotocopia que se le haga a un gato, pierden parte de su felinidad.
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