Anicet
Su mate había tenido una increíble belleza plástica. Suspensión, rectificado en el aire, giro de brazos, y sacando el balón desde muy abajo, se colgó del aro. Luego vino el otro, que jugaba en el Madrid, puso un niño en la pista, saltó por encima de él, y ganó el concurso. A muchos nos pareció injusto. El gandor era claramente Anicet. Al menos así lo recuerdo... Esto ocurrió en algún momento de los 80...
Anicet Lavodrama debe de ser el único deportista de la República Centroafricana que se conoce. Medía 2'02, lo cual no era mucho para jugar de pívot. Se las tenía que ver con gigantes que le sobrepasaban en diez centímetros, pero él era el que más saltaba, y a base de músculo, inteligencia al posicionarse y esos muelles que tenía en los pies, lograba frenar a sus rivales. A veces, inesperadamente, tras un tiro lejano del equipo contrario, surgía la mano de Anicet, altísima, empotrando el balón contra el tablero, dejando al árbitro con la duda de si el balón todavía ascendía. Pero lo que nos volvía locos eran sus mates. Se movía rápido en la zona rival hasta encontrar la posición para poder colgarse del aro. A veces algún compañero simulaba un tiro de tres, para que Lavodrama volase a por el balón y machacase. Y el público coreaba "¡Anicet, Anicet!". No se prodigaba mucho en tiro exterior, y su verdadero handicap eran los tiros libres. La estadística decía que metía uno de vez en cuando. Sin embargo, con el tiempo, desarrolló un estilo peculiar de lanzamiento. Comenzó a tirar fuerte, sin bombear el balón, casi recto. Eran auténticas pedradas, pero para sorpresa de todos, entraban limpias. Hasta comenzó a meter tiros de tres de esta manera. Cierto día, el Clesa Ferrol perdía por tres puntos a falta de un segundo para terminar el partido. Se jugó el triple Lavodrama, y falló, pero consiguió tres tiros libres al forzar una personal. Todo el pabellón era un manojo de nervios, tenía la responsabilidad el jugador más inseguro en los tiros libres. Pero él, el más tranquilo del mundo, lanzó sus tres pedradas y forzó la prórroga.
Después, el baloncesto desapareció en Ferrol, y el Madrid quiso ficharlo, pero sus lesiones en la rodilla lo impidieron, y se fue a Valladolid. Es un tipo sonriente, por lo que dicen gastaba bromas continuas, y en su contestador dice "soy Anicet Lavodrama, el rey de la cama".
El otro día lo vi por la calle con su hijo. Ya es un señor de cuarenta y muchos años. Su sonrisa está intacta, su cara de buena persona no la ha cambiado el tiempo. Pasé por detrás de él, y dando palmas, canté como si fuese las cinco mil personas del pabellón. "¡Anicet!" Él se volvió, hizo un reverso, y machacó. Por los viejos tiempos.
Anicet Lavodrama debe de ser el único deportista de la República Centroafricana que se conoce. Medía 2'02, lo cual no era mucho para jugar de pívot. Se las tenía que ver con gigantes que le sobrepasaban en diez centímetros, pero él era el que más saltaba, y a base de músculo, inteligencia al posicionarse y esos muelles que tenía en los pies, lograba frenar a sus rivales. A veces, inesperadamente, tras un tiro lejano del equipo contrario, surgía la mano de Anicet, altísima, empotrando el balón contra el tablero, dejando al árbitro con la duda de si el balón todavía ascendía. Pero lo que nos volvía locos eran sus mates. Se movía rápido en la zona rival hasta encontrar la posición para poder colgarse del aro. A veces algún compañero simulaba un tiro de tres, para que Lavodrama volase a por el balón y machacase. Y el público coreaba "¡Anicet, Anicet!". No se prodigaba mucho en tiro exterior, y su verdadero handicap eran los tiros libres. La estadística decía que metía uno de vez en cuando. Sin embargo, con el tiempo, desarrolló un estilo peculiar de lanzamiento. Comenzó a tirar fuerte, sin bombear el balón, casi recto. Eran auténticas pedradas, pero para sorpresa de todos, entraban limpias. Hasta comenzó a meter tiros de tres de esta manera. Cierto día, el Clesa Ferrol perdía por tres puntos a falta de un segundo para terminar el partido. Se jugó el triple Lavodrama, y falló, pero consiguió tres tiros libres al forzar una personal. Todo el pabellón era un manojo de nervios, tenía la responsabilidad el jugador más inseguro en los tiros libres. Pero él, el más tranquilo del mundo, lanzó sus tres pedradas y forzó la prórroga.
Después, el baloncesto desapareció en Ferrol, y el Madrid quiso ficharlo, pero sus lesiones en la rodilla lo impidieron, y se fue a Valladolid. Es un tipo sonriente, por lo que dicen gastaba bromas continuas, y en su contestador dice "soy Anicet Lavodrama, el rey de la cama".
El otro día lo vi por la calle con su hijo. Ya es un señor de cuarenta y muchos años. Su sonrisa está intacta, su cara de buena persona no la ha cambiado el tiempo. Pasé por detrás de él, y dando palmas, canté como si fuese las cinco mil personas del pabellón. "¡Anicet!" Él se volvió, hizo un reverso, y machacó. Por los viejos tiempos.
Labels: secretos de confesión
2 Comments:
Realmente era lo mas parecido a un gran dios en la tierra.
Aquella mole, grande a la par que pequeña, me hizo vivir tantos momentos inolvidables en aquel pabellón...
siempre tiempos pasados fueron mejores.
Cris
Feliz aninovo.
Sepa usted que me ha emocionado ese vídeo que nos ha regalado con Anicet volando en La Malata. Jo, si supieras qué de entradas nos regalaba a las chicas que entrenábamos en infantiles antes que entrenaran ellos. Qué tiempos...
OAAAAAAAAAAAAR OAAAAAAAAAAR
Me kago en Juan Fernández...
Bicos neno.
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