Sueño Recurrente
Desperté en el barrio de Caranza y en seguida comencé a correr desesperado, sabía que tenía que hacerlo. De alguna manera conseguí alcanzar la carretra de Las Pías, y adelantando velozmente a los coches que circulaban en todas direcciones, sentí que tenía que refugiarme en algún sitio. Tuve que sortear a duras penas las obras de la Plaza de España, pero estaba claro que allí tampoco estaba seguro. Quizás las casas del centro me proporcionarían refugio, así que me precipité calle Galiano abajo, pero el peligro en cada esquina era evidente, y tanto en la calle de Lugo como en la calle Carmen tuve que acelerar para evitarme problemas. En un instante estaba en la Plaza de Armas, pero en las escaleras acechantes del ayuntamiento se podía ver a la perfección que no me quedaba demasiado tiempo para huír. De un salto llegué a la calle Real, donde le robé el triciclo a un niño, y velozmente, es decir, a velocidad de tortuga, avancé hasta la Plaza de Amboage. Allí no me esperaba nada bueno. Cambié el triciclo por unas alas, y pude sobrevolar algunos edificios, pasar sobre el barrio de Canido y caer en La Malata. Claro, la boca del lobo, ustedes ya me comprenden. Había llegado a la guarida de la reina madre, tenía que escapar de allí como fuera. Me adentré por el túnel de La Malata, y prácticamente a oscuras, me arrastré por los charcos y el barro, tanteando los raíles de la vía del tren. Cuando finalmente vi la luz, oí voces llamándome. Abriéndome paso entre todos los peligros que me impedían ver, que me arañaban, me mordían y me robaban el reloj, avancé hacia las voces, procedentes de la estación de autobuses. Tropezando un poco con todo, vi la única salida, el último refugio. Allí estaba, resplandeciente, luminoso, a punto de despegar, esperándome, el último autobús que salía de Ferrol.
Labels: enfermedad
1 Comments:
Suelo tener yo un sueño bastante similar, cambiando Caranza por Monte Alto, la Malata por Riazor, Plaza de Armas por María Pita, y el final, en el que yo aparezco el día de mi jubilación, en una cena de homenaje, en la que mi superior comienza dando unas palabras "Hoy estamos aquí para honrar a este magnífico empleado...". Justo entonces me despierto, porque si empezamos con ironías...
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