Un Caos muy Oportuno

La decisión estaba tomada. Era algo que tendría que haber hecho hacía mucho tiempo, cuando mi carácter aún no se hubiese petrificado del todo. Tal vez ahora sea demasiado tarde... Pero he de hacerlo, tengo que poner fin a este desorden, debo evitar que mi mundo farragoso tome posesión de mi rutina y se instale una confusión desalentadora a la hora de encontrar las cosas más obvias, perdidas a veces de la manera más escalofriante, ocultas bajo el propio peso de mi dejadez.
Así pues, me aferré a la decisión de hacer listas. Me armé de papelillos, memoria y tiempo y comencé a enumerar todo lo que a mi mente le pareció importante organizar. Listas de sombras, listas de cosas olvidadas, listas de cosas a olvidar, listas de fuegos que me hubiesen chamuscado, listas de piruetas pendientes... Para no ser devorado por la vorágine de tanta lista, decidí pegarlas por las pardes de la casa, para así tenerlas a la vista en cualquier emergencia. Así pasaron noches de listas, listas de noches, cubriendo las paredes de listas de pardes. Hasta que sucedió lo inevitable. Las listas comenzaron a mezclarse, siguiendo la tendencia ineludible de mi naturaleza. Primero, una lista de personas invisibles se mezcló con una de enfermedades, convirtiéndose en una lista de películas de terror. Las listas de minutos perdidos se mezclaron con las listas de lugares a evitar, convirtiéndose en una lista de agujeros negros. A toda prisa traté de que no se desordenase nada más, pero la inercia era ya imparable. Todo se enredaba con todo formando algo nuevo que jamás quise componer. Las colinas con las charcas, los lamentos con los besos, los aullidos con los versos. Finalmente, cuando todo estuvo perfectamente desordenado y yo inapelablemente rendido a ser yo mismo, me di cuenta de que mi laborioso cometido de hacer listas había desembocado en una inmensa lista que englobaba todo, que me resumía, que me abarcaba de manera repetitiva, fastidiosa, contradictoria. Falsa y precisa. Y he aquí este blog.