Retruécano
Me encuentro muy agazapado, hablo con una misteriosa primera persona del plural, hago que las palabras signifiquen mucho más allá de la enciclopedia, exhibo una calma desorbitada, casi exasperante para cualquier crono perceptible, me la juego por un retruécano, y los retruécanos juegan conmigo hasta el mareo. Por si las ofensas, dejo caer los párpados en señal de inocencia, estupidez, frivolidad, extravagancia. Todo lo que comienza a parecerse a mí me da un miedo atroz y pongo tierra de por medio. Es normal. Si soy una máquina extraordinaria del camuflaje, soy el primero en no verse. O en verse en todas partes. Por todo eso, si hay algo que no puedo soportar, que me saca de mis casillas, es la indiferencia. Cuando la percibo, me entra tal estado de confusión, de obnubilación, de pescado en escabeche, que todas las almas se me vienen abajo y es en ese instante cuando quedo más en la superficie, más accesible, más yo mismo que cualquiera, más todo lo que preferiría evitar. Los que se saben este truco, los que más me conocen, pues, son los que menos caso me hacen.
Labels: mi otro yo, pepedanterías
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