Wednesday, November 21, 2007

Sin mí

¿Cuántas dosis de anzuelo necesito para acabar de comparar, de competir o de compilar? Odio tener tanta lucidez. La mayoría de la gente se conforma con una ceguera amable y calmada, no veo por qué mi sombra tiene que recalcarme todo tantas veces, por qué disfruto tanto reconociendo que esta lluvia es de vinagre. Me compro una camisa. Es la camisa que me gusta, pero en cuanto me la pongo, deja de ser mi camisa, es decir, se vuelve exclusivamente mi camisa, es decir, ya no es la camisa que me he comprado, es decir, una camisa me ha comprado a mí. Tarde o temprano la camisa me devolverá a la tienda, quedaré expuesto sin que nadie me compre y pronto me devolverán a la fábrica, y harán jabón conmigo. Lo normal sería... No lo sé, sinceramente. Lo normal los lunes sería comenzar querido diario, los martes contar el cuento del ciempiés con una pata de palo, los domingos confundirles con el truco del dedo de plástico. Pero para qué engañarnos, eso tendría de normal lo que tienen de dócil mis legañas. Un poco de tolerancia es la respuesta que me da el amiguito sensato que tanto sonríe, y me aproximo a ella, imitando mi propia sonrisa. Hagamos un ensayo general, dientessss..... dientesssss.... ¡Duele! Mi sonrisa termina siendo arco y flechas, pero no acaba de corresponderse con las ganas que tengo o en su defecto me provoquen de sonreir. Sin embargo, mi arco y flechas dentales se han congelado, agarrotado, y soy una especie de Jack Nicholson con dolor de barriga y un embudo en la cabeza. Necesito unas vacaciones, hacer un viaje a un lugar donde no haya nada, y no llevarme a mí mismo. Y una vez allí, espero no encontrarme.

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