Sunday, September 05, 2010

La insoportable...

El libro que escogí para llevarme de viaje fue "La insoportable levedad del ser" de Milan Kundera. Creo que decidí llevarme éste para compensar el insoportable peso de la maleta que llevaba. Lo guardé en un bolsillo lateral de la maleta, y después olvidé que lo había metido allí, así que cuando lo busqué entre la ropa no lo encontraba. Por eso, no recuerdo si en la estación de trenes de Amsterdam o de París, decidí comprar otro libro, "Nocturnes", de Kazuo Ishiguro, en inglés. Por desgracia, luego encontré "La insoportable levedad del ser" en el bolsillo en el que lo había guardado, y finalmente ésa fue la lectura a la que me dediqué en los trenes. He dicho "por desgracia" porque a decir verdad el libraco del Kundera no me ha aportado nada. No me gusta. Hubo un momento en que los protagonistas van a Zurich, ciudad que iba a visitar en unos días, así que pensé eso de que todo encaja, es el determinismo, este viaje es especial y bla bla bla, pero hasta ahí.
Mi Zurich no tuvo nada que ver con Milan Kundera. Fue otro tipo de casualidad. Era sábado, pero no cualquier sábado. Yo no lo sabía pero era el sábado en el que Zurich se iba a abarrotar de gente de todas partes, y... todos disfrazados. Street Parade Festival. Ya la estación de trenes estaba llena de monstruos, y las calles se inundaban de grupos de festivaleros, disfraces extraños, bailarines, contorsionistas, exhibicionistas, máscaras y pelucas. Madre mía, dónde me había metido. Saqué mi cámara, pero no daba abasto, aquello era demencial. Así que me puse mi chuvaquero y mis gafas de sol, y en dos segundos yo también estaba disfrazado, era uno más. Todos nos dirigimos hacia los palcos donde bailarinas y djs se movían al son de una música atronadora. Y sólo eran las 12 del mediodía.
Después de algún rato entre comparseros, me fui a comer y a fotografiar algo del Zurich normal, lo que buenamente pude. Pero a las 5 de la tarde, colapsé. Era al día siguiente de me caminata por la nieve, llevaba dos semanas sin detenerme ni a respirar y el carnaval de Zurich acabó por destrozarme. Me monté en el tren, me dormí, y regresé a mi puesto base. Basta de fiesta. Me quedaba más de una semana por delante, y a veces hay que descansar. A ver si la levedad del ser va a ser algo más que insoportable...


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