Diógenes
Dado que en mi casa ya no hay ni un rincón libre para meter nada más, la semana pasada tocó poner un poco de orden, y decidir qué era prescindible y elegible para ser llevado al desván. Así que me tuve que esforzar por librarme de mi síndrome de Diógenes y reuní unas cuantas cajas para llenarlas con cuanto juzgué innecesario. Con todo el dolor de mi corazón, tuve que aceptar que los libros de texto de EGB no me eran útiles, así como las cartillas Rubio de caligrafía, los discos de vinilo (puesto que ya no tengo tocadiscos), la máquina de escribir eléctrica, la máquina de escribir de percusión y el ordenador MSX de 80k con todos sus video-juegos en cassette. Decidí dejar los libracos del temario de las oposiciones, por si acaso algún día... bien, dejemos el tema.
En el desván, ni una triste bombilla, así que me armé de una linterna, y me dispuse a apilar las cajas en una esquina polvorienta. Fue entonces cuando en plan explorador descubrí semi-oculto entre las telarañas un increíble tesoro. Lo primero, un triciclo de mi infancia; tras él, unos diez volúmenes de SuperHumor, unos cuantos de Mafalda, el libro gordo de Petete, el álbum de cromos de Fútbol en Acción, un par de juegos de agua Geyper, dos muñecos inmensos de Epi y Blas, el Tragabolas y el fuerte de los Clics. Hacía tantos años que todo eso se había almacenado allí, que ya casi había olvidado todo. Fue demasiado para poder resistirme. Dejé en el desván todo lo que había subido pero bajé de él todas aquellas maravillas. En mi casa sigue sin haber ni un pequeño recobeco para poner nada, pero cuando ayer vi a un electroduende en un bazar chino, no pude evitar capturarlo y llevármelo a casa. Le hice un hueco entre el Tragabolas y los juegos de agua. Supongo que dentro de unos años tocará hacer espacio y acabará en el desván.
En el desván, ni una triste bombilla, así que me armé de una linterna, y me dispuse a apilar las cajas en una esquina polvorienta. Fue entonces cuando en plan explorador descubrí semi-oculto entre las telarañas un increíble tesoro. Lo primero, un triciclo de mi infancia; tras él, unos diez volúmenes de SuperHumor, unos cuantos de Mafalda, el libro gordo de Petete, el álbum de cromos de Fútbol en Acción, un par de juegos de agua Geyper, dos muñecos inmensos de Epi y Blas, el Tragabolas y el fuerte de los Clics. Hacía tantos años que todo eso se había almacenado allí, que ya casi había olvidado todo. Fue demasiado para poder resistirme. Dejé en el desván todo lo que había subido pero bajé de él todas aquellas maravillas. En mi casa sigue sin haber ni un pequeño recobeco para poner nada, pero cuando ayer vi a un electroduende en un bazar chino, no pude evitar capturarlo y llevármelo a casa. Le hice un hueco entre el Tragabolas y los juegos de agua. Supongo que dentro de unos años tocará hacer espacio y acabará en el desván.
Labels: enfermedad
3 Comments:
Hmmm... tuve un juego de esos de agua... lo malo es que se me rajó y empezó a perder agua ¡muy incómodo! :-/
¿Quieres la canción de los electroduendes? ¿O prefieres "Abracadabra"? ;-)
Soy un electroduende
y nadie me comprende.
:-)
Creo que por ahí perdido debo de tener el disco de "la bola de cristal" junto con algún dvd que compré cuando salieron a la venta.
No se ría de la bruja avería.
Fíjate en el sol que brilla
encima de la camilla
si tiras de enchufes a la vez
puedes ver cualquier vídeocassette...
Aunque le hayan cambiado el título... ¿qué tiene esta bola que a todo el mundo le mola? ;-)
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