Saturday, June 23, 2007

En el último instante

Iba caminando lentamente por el corredor de la muerte, pensando que al menos su destino pondría fin a su insoportable cansancio de días y días que caían en una taladradora cuenta atrás irremediable. Arrastraba sus pasos por el pasillo, haciendo sonar las cadenas que sujetaban sus pies, despertando a los presos de las celdas que flanqueaban su último pasillo. Era su manera de decir adiós. No dejaba nada atrás, nada tenía pendiente, ninguna esperanza, ninguna ilusión, la muerte lo esperaba y hacia ella se dirigía, sin ningún miedo, con toda la aceptación y conformidad de su resignado espíritu. Sus guardianes lo sostenían por los brazos, para custodiarlo y ayudarlo a avanzar, más por el cansancio que por ningún tipo de resistencia.
Ya casi había llegado al final del pasillo, cuando de pronto, de la última celda, surgió un brazo blanquísimo. De alguna manera, logró ver en la oscuridad de esa prisión unos ojos luminosos, doloridos, húmedos. Le decían adiós, pero también le animaban a vivir, y en cierto modo le pedían auxilio. Fue tan sólo un segundo, y sin embargo, a dos minutos de su muerte, se enamoró perdidamente.
- Mierda- murmuró. - Con lo bien que iba todo.
Dejó de sentir el cansancio en sus pies, sintió un absurdo carrusel de esperanza subiendo por su médula, el ruido de sus grilletes se hizo atronador y un segundo antes de que le aplicasen cierta cantidad de voltios en su cuerpo, pensó que había algo que acababa de aprender, cuando ya no esperaba más aprendizaje. Lo susurró como si fuera un secreto. Quizás alguien llegó a escucharlo:
"Cuanto mejor huelen las flores, más cerca estás de la tumba".

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