Miércoles

Siempre estoy agotado los miércoles. Es el día en que menos horas trabajo, pero no puedo con él. Por la mañana, termino una hora antes de lo normal, aunque por la tarde todavía tengo que dar cuatro clases más. Durante esa hora que tengo libre, suelo decidir ir a la piscina a desagarrotar músculos y huesos, pero siempre acabo en el spa, recostado en las bañeras de hidromasaje. Esto es sin duda lo que me deja agotado durante el resto del día. Y es que mi cerebro recibe en primer lugar la información de que debe relajarse, pero a continuación se le informa de que debe seguir alerta para impartir una clase de inglés, otra de francés y otra de español. Ante estos datos tan contradictorios, mi cerebro responde con confusión, con colapso, con huelga de energía, castigando con cansancio a mi tronco y extremidades, y por supuesto decidido a poner una queja por escrito en algún blog de ésos en los que se desahoga por no saber apagarse.