Monday, October 15, 2007

Naked Lunch

Me costaba mucho aprobar las matemáticas. No es que me disgustaran completamente, había momentos en los que incluso me estimulaba el tener que resolver problemas, y era capaz de plantearlos debidamente. Lo malo es que siempre, inevitablemente, me equivocaba al hacer las operaciones. Debí de hacer mil veces 3 X 2=5. Quizás me distraía demasiado, quizás eran los propios números los que conspiraban en mi contra. Qué sé yo. La resolución a todo esto siempre estuvo en las manos de algún profesor compasivo.
Había una cosa que verdaderamente me divertía de las matemáticas, y consistía en que cada vez que escribía el enunciado de un problema, lo hacía entre signos de exclamación, y la pregunta estaba flanqueada de varios signos de interrogación. "¡Un ciclista que va a 30 km/h pretende alcanzar a otro ciclista que va a 24 km/h y le lleva una ventaja de 12 km!" "¿¿¿Cuánto tiempo tardará en hacerlo y qué distancia recorrerá hasta conseguirlo???"
Por lo visto, esto sólo me hacía gracia a mí, pero es que no podía evitar reirme al ver cómo un enunciado se presentaba como algo verdaderamente sorprendente. Vuelvan a leer el enunciado del problema como si fuese un hecho insólito, o la pregunta como si fuese una cuestión que necesita una respuesta urgente pero que es imposible de obtener. Mientras todos mis compañeros trataban de resolver el problema, yo me moría de risa ante las distintas connotaciones que el enunciado de mi problema tenía. A continuación, me equivocaba al operar.

Quizás esto no tenga nada que ver, pero el otro día vi "El almuerzo desnudo", de David Cronenberg. Por alguna razón no la había visto antes, y es, como no podía ser de otra manera, una película enfermiza, mórbida, turbadora, tan irreal como una pesadilla de las que todavía recuerdas a la mañana siguiente. En otras palabras, una película de Cronenberg. Si además le sumamos el hecho de que está basada en la obra inadaptable de William S. Burroughs, el consejo final es que se abstengan impresionables o amantes de la coherencia espacio-temporal cinematográfica. Lo destacable de todo esto es que a pesar de todos los bichos pegajosos que deambulan por el film, las escenas de sexo sangriento, y el delirio argumental incomprensible, está contado con una calma pasmosa, con la seriedad de una película de cine negro, y todo con una música fascinante de Howard Shore y unos actores que parecen actuar en cualquier otra película.
En definitiva, David Cronenberg hace el proceso inverso a lo que yo hacía con mis problemas de matemáticas; se dedica a borrar los signos de exclamación de una película que parecía no poder ser contada de otra manera, su cámara quita trascendencia a los hechos más insólitos, y al igual que yo, parece pasárselo realmente bien haciéndolo. Sin duda él también hace 3 X 2=5, pero al parecer, en su caso, esta operación es correcta.

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