¿Y el bosque?
Es una frase que me gusta especialmente. Lo malo es que me la han dicho demasiadas veces, así que supongo que se me puede aplicar bastante bien: "Los árboles no te dejan ver el bosque". Vale. Puede ser. Yo contesto: "Bueno. Por lo menos veo árboles". Y sí, veo unos árboles extraordinarios, de todos los colores, de increíbles formas, de ramas retorcidas, de pies danzantes, de incesantes rumores. Yo sólo veo árboles, no veo ningún bosque, pero quizás prefiera no verlo si es un bosque monótono de troncos secos, de préstamos de celulosa.
A veces creo que yo mismo soy uno de mis árboles. Posiblemente el que más me impide ver ese bosque fantástico. Todo mi tronco se interpone en mi visión, mis extremidades oscilan cual ramas cubriendo cualquier hueco por el que se pueda colar mi ojo y vislumbrar alguna sombra de cualquier otro árbol. Cada vez que me paro a contemplar, simplemente contemplo mi ombligo, mis temas, mi savia circulando alrededor del cuerpo en ochenta días. Y supongo que no hay nada más. Yo soy el bosque, yo soy el todo, yo soy la Naturaleza. Qué otra cosa puedo hacer más que deducirme de esa manera. Soy la Naturaleza, propensa por tanto a generar terremotos. Cuando finalmente uno de estos terremotos llega a abatir el árbol, y creo que podré ver algo más, toda mi esperanza se viene abajo cuando veo que también todo el bosque ha sido abatido. O es que ciego me he quedado.
Todo esto no es egocentrismo. Más bien egoseísmo.
A veces creo que yo mismo soy uno de mis árboles. Posiblemente el que más me impide ver ese bosque fantástico. Todo mi tronco se interpone en mi visión, mis extremidades oscilan cual ramas cubriendo cualquier hueco por el que se pueda colar mi ojo y vislumbrar alguna sombra de cualquier otro árbol. Cada vez que me paro a contemplar, simplemente contemplo mi ombligo, mis temas, mi savia circulando alrededor del cuerpo en ochenta días. Y supongo que no hay nada más. Yo soy el bosque, yo soy el todo, yo soy la Naturaleza. Qué otra cosa puedo hacer más que deducirme de esa manera. Soy la Naturaleza, propensa por tanto a generar terremotos. Cuando finalmente uno de estos terremotos llega a abatir el árbol, y creo que podré ver algo más, toda mi esperanza se viene abajo cuando veo que también todo el bosque ha sido abatido. O es que ciego me he quedado.
Todo esto no es egocentrismo. Más bien egoseísmo.
Labels: enfermedad, secretos de confesión
0 Comments:
Post a Comment
<< Home