Roca

Me sorprende y preocupa la facilidad con la que me canso de las cosas. Y de la gente. También me da que pensar el hecho de entusiasmarme tan radicalmente a las primeras de cambio para desinflarme a los diez minutos. Si cuento las veces que me he enamorado en mi vida, al final me saldrá que una media de seis veces diarias. Si nos ponemos rigurosos, y decimos que una ocasión de gol es solamente aquella en la que el balón va entre los tres palos, entonces habré de decir que me he enamorado dos veces en mi vida... Bueno, tres. Supongo que tanta montaña rusa de entusiasmo y decepción tan continuada hace que no sepa discernir entre el amor y el sucedáneo. Trato de asumir cada sensación con la frialdad precisa, de apartar la mirada, de manifestar que un kilo de plomo pesa igual que un kilo de paja...
Y en definitiva, soy yo el que termina cansando, el que desinfla a todos los demás, el que por tanto esconder acaba por no aportar nada ni al alma más carente de todo, el que por no verse decepcionado, decepciona.