No pueden ser buenos los bastoncillos de algodón
No pueden ser buenos los bastoncillos de algodón para limpiarse los oídos. Dicen que no limpian del todo bien, que por el contrario, empujan la cera compactándola e introduciéndola hacia el fondo del oído, pudiendo provocar patologías auditivas. Coño, ¿y por qué los venden?
Yo sé que no pueden ser buenos, además, porque me han provocado adicción. No puedo pasar más de una semana sin usarlos. A veces los utilizo incluso cada tres días. Si no lo hago, comienzo a percibir una mezcla de picor y zumbido en los oídos, que se esparce paulatinamente a todo el cuerpo hasta alcanzar el sídrome de abstinencia generalizado.
Siempre empiezo por el derecho. El derecho me hace toser. Evidentemente, el bastoncillo no llega hasta la garganta (faltaría más), pero la sensación es la misma. Según alivio la necesidad de hurgar en el interior del oído, un picor se apodera de mi garganta provocándome la tos. Por eso tengo que sacar en seguida el bastoncillo del oído derecho. Pero, ¡ah, el oído izquierdo! Ahí podría estar hurgando todo el día, pues me produce un placer insospechado, como si me estuviese rascando por primera vez un picor que duraba miles de años. Nada me distrae, nada me detiene cuando introduzco el bastoncillo de algodón en el oído izquierdo, y pasan minutos, supongo que horas, mientras gozo un carrusel de plumas de algodón acariciando mi cuerpo desde mi oído hasta la punta de mis extremidades, y a su vez, destrozándome el sistema auditivo para siempre.
Yo sé que no pueden ser buenos, además, porque me han provocado adicción. No puedo pasar más de una semana sin usarlos. A veces los utilizo incluso cada tres días. Si no lo hago, comienzo a percibir una mezcla de picor y zumbido en los oídos, que se esparce paulatinamente a todo el cuerpo hasta alcanzar el sídrome de abstinencia generalizado.
Siempre empiezo por el derecho. El derecho me hace toser. Evidentemente, el bastoncillo no llega hasta la garganta (faltaría más), pero la sensación es la misma. Según alivio la necesidad de hurgar en el interior del oído, un picor se apodera de mi garganta provocándome la tos. Por eso tengo que sacar en seguida el bastoncillo del oído derecho. Pero, ¡ah, el oído izquierdo! Ahí podría estar hurgando todo el día, pues me produce un placer insospechado, como si me estuviese rascando por primera vez un picor que duraba miles de años. Nada me distrae, nada me detiene cuando introduzco el bastoncillo de algodón en el oído izquierdo, y pasan minutos, supongo que horas, mientras gozo un carrusel de plumas de algodón acariciando mi cuerpo desde mi oído hasta la punta de mis extremidades, y a su vez, destrozándome el sistema auditivo para siempre.
Labels: enfermedad, secretos de confesión
3 Comments:
Yo ya no pongo la excusa de limpiar la oreja... la limpio y cuando ya está limpia, simple y llanamente, uso el bastoncillo para hacerme cosquillas... ¡¡me encanta!! ;-)
Pues nada, nada. En unos años como tapias...
jajajja...´
seguramente ya estarán pensando en el negocio posterior con los audífonos...
(tal vez resulte igual de placentero)
saludos
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