Wednesday, April 04, 2007

Pogo

Una vez tuve un alumno al que acusaban de friki. Mira que eres freak, cómo te puede gustar esa música, le decían. Al igual que cada vez que encuentro alguna acusación de freak musical, me interesé por el tema y pregunté qué música era ésa. El muchacho me saca un disco del grupo en cuestión: Cradle of Filth.
-¿Los conoces?- pregunta
-No me suena mucho- respondo.
-Son satánicos.
Ya. Y de Carabanchel, seguro. Mi alumno estaba entusiasmado por mi inesperado interés en su grupo favorito, así que me llevé el disco a casa. Nada nuevo bajo el sol. Black metal de ése que me provoca cierta hilaridad por las voces y las vestimentas utilizadas con la aspiración del terror gótico. El disco tenía una pretensión curiosa, pues todas las canciones completaban una historieta de terror, que la verdad no me apetecía seguir. Me aburría demasiado. Quizás salvaría una canción, pero ni de lejos aquellos carnavaleros se aproximaban a gustarme. Le devolví el disco a mi alumno, diciéndole que quizás eran demasiado para mí. Él me prometió que en directo molaban y yo le aseguré que no me cabía duda.
¿Por qué no? Hagamos una inmersión al pogo y a la casa de los horrores. Aullidos, guitarras de la muerte, el negro dominándolo todo, y yo empapándome en trash, saltos, golpes. O Sid Vicious está muerto, o lo soy yo. Alabemos la enfermedad. Supongo que desde el escenario intentan comunicarnos algo, y nosotros lo correspondemos así, poseídos por el escándalo y la desconexión, por la celebración del contacto estruendoso. Muevo mis cuernos hacia todos lados, embistiendo a todo lo que esté a mi alcance, hasta que otra cornamenta me alcanza, y en pleno concierto de Cradle of Filth, mi cabeza se halla de pronto incrustada en la cabeza de otro fanático del slam y del metal. Silencio. No más música que pudiera oír. Todos los sonidos se perdían en la nada, hasta que una voz apareció, procedente de la cabeza de mi improvisado siamés. Al principio no entendía nada, pero luego aquella voz se hizo más y más nítida, hasta que llegué a entender cada palabra que decía: Dos fuerzas inocentes, casi amándose, se combaten. A veces creemos que se convierten la una en la otra, y hay como un tornasol dinámico en el que los átomos de la razón giran, incendiados.
Cuando logré despegarme, sólo se me ocurrió pensar: Pogo en Togo.

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