Unas veces se gana...
Comencé a parpadear a velocidad de colibrí, y por eso cuando me encontré de bruces con la procesión del cristo de los navegantes, conseguí que pasara cuanto antes y apenas tuve que ralentizar en tres baldosas mi zancada. Ni siquiera pudieron reconocerme, a pesar de todos los años que indiscretamente me había expuesto delante de ellos, como un penitente más, prácticamente como miembro del comité organizador. Esta vez me alisté en una bandada de insectos, y aleteando sobre las cabezas, no supuse más que un pequeño zumbido para algún transeúnte que llegó a pensar que simplemente había sido el transcurso de algún minuto particularmente llamativo. Y quizás lo haya sido. Fue tan veloz mi exhalación en un momento dado, que mi paisaje se convirtió en un fast-forward, y estuve en el flash de una cámara, y en el clic de un paladar.
Días y noches suecedieron, y revoluciones por minuto, y entonces, una vez más, me encontré de bruces con la procesión del cristo de los navegantes. Pero esta vez mi párpado era torpe y oxidado, fui protagonista de cada ademán, y un tic fue un melodrama. Cuando un fin del mundo más tarde comenzó una nueva y flamante procesión del cristo de los navegantes, yo aún estaba encasquillado en ésta, quizás atrapado para siempre. Y ya sabemos que el para siempre dura bastante.
Días y noches suecedieron, y revoluciones por minuto, y entonces, una vez más, me encontré de bruces con la procesión del cristo de los navegantes. Pero esta vez mi párpado era torpe y oxidado, fui protagonista de cada ademán, y un tic fue un melodrama. Cuando un fin del mundo más tarde comenzó una nueva y flamante procesión del cristo de los navegantes, yo aún estaba encasquillado en ésta, quizás atrapado para siempre. Y ya sabemos que el para siempre dura bastante.
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