
Un día descubrió que el tener la lengua tan larga tenía alguna ventaja. La podía usar como tabla de surf. La desplegó en toda su longitud, se montó en ella, y cogió la primera ola. Con la segunda ola ya hizo un tres sesenta, y con la tercera un tubo. Lo malo era la incómoda salinidad que detectaban sus papilas, así que decidió descansar un poco, salió del agua, extendió su lengua en la arena, y se tumbó sobre ella para tomar un poco el sol.
Labels: trucos
2 Comments:
¿Y no le molestaban las arenas en la lengua? No me quiero imaginar los escupitajos que eso provocaría... :-S
Yo conocí a alguien con una lengua así. La cosa tiene más posibilidades, créeme.
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