Cuando se regresa de un viaje, los primeros días se tiene una curiosa sensación de que algo es diferente, no sólo dentro de uno mismo debido a las experiencias acumuladas, sino que alrededor, las viejas cosas con las que siempre se ha convivido han cambiado. Así, a la sensación de nostalgia del viaje y la decepción de haber finalizado las vacaciones, se le une una imprecisa noción de novedad en el entorno, una pequeñita picazón de curiosidad que se convierte en un vago cosquilleo al mirar a todo lo conocido y percibir que algo ha cambiado, sin saber muy bien el qué. Esto, como digo, sólo dura unos pocos días. Lo más probable es que en realidad todo siga igual que siempre, inapelablemente inmutable, lapidando con días y días de normalidad los recuerdos del viaje.